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los molinos del altoaragon - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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no difficado, cequia y acud, fueron a hazer cierto cscolido y senyal <strong>de</strong> cequia y<br />

acud con el fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>sviar y quitar el agua (...) <strong>de</strong> la cut, yequia y molino <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

dicho Joan Tricas».<br />

Los <strong>de</strong> Olsón no se amedrentaron: si el molinero estaba convencido <strong>de</strong><br />

sus <strong>de</strong>rechos sobre el agua, el<strong>los</strong> creían tener<strong>los</strong> también. La presencia <strong><strong>de</strong>l</strong> notario<br />

no sirvió <strong>de</strong> nada. Los <strong>de</strong> Olsón continuaron sus trabajos y Tricas, dispuesto<br />

a seguir hasta el final el combate para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r sus <strong>de</strong>rechos, se apresuró a<br />

poner el tema en manos <strong>de</strong> la justicia. Se equivocó. No había evaluado bien las<br />

consecuencias <strong>de</strong> sus actos.<br />

Olsón y las al<strong>de</strong>as próximas pertenecían a la baronía <strong>de</strong> Monclús. El justicia<br />

y juez ordinario, puesto por el señor barón para resolver <strong>los</strong> pleitos originados<br />

en su baronía, se llamaba Juan López <strong>de</strong> la Plaza y residía en Mediano.<br />

Cuando Tricas <strong>de</strong>jó en sus manos el conflicto que lo enfrentaba con <strong>los</strong> <strong>de</strong><br />

Olsón, el servidor <strong><strong>de</strong>l</strong> señor recordó al molinero algo que —según parece—<br />

todos habían olvidado: las aguas eran <strong><strong>de</strong>l</strong> señor y sólo a él correspondía emplearlas<br />

o ce<strong>de</strong>r su uso. Dictó una sentencia que frustraba las aspiraciones <strong>de</strong> las<br />

dos partes contendientes y mostraba a todos que el dominio <strong>de</strong> las aguas era<br />

sólo suyo. Después or<strong>de</strong>nó al pregonero que anunciara públicamente el arrendamiento<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> uso <strong>de</strong> las aguas en litigio. El primer punto <strong>de</strong> las condiciones <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

arriendo ya mostraba la toqxv.a <strong>de</strong> <strong>los</strong> que se habían enfrentado por el uso <strong>de</strong><br />

un bien que no les pertenecía: «Et primeramente que ninguna <strong>de</strong> las partes litigantes<br />

no puedan arren<strong>de</strong>r dichos bienes, cequia, agud. barranco, fuente ni agua<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> dichos fuente y barranco. Ittem que el que será arrendador no pueda<br />

arrendar las dichas cosas aprehensas a ninguna <strong>de</strong> las partes litigantes».<br />

El mismo notario al que acudió el <strong>de</strong>sdichado molinero fue quien se<br />

encargó <strong>de</strong> levantar acta <strong>de</strong> la subasta, que —como solía ocurrir-— se llevó a<br />

cabo por el procedimiento <strong>de</strong> la can<strong><strong>de</strong>l</strong>a. En la plaza <strong>de</strong> Olsón, el pregonero<br />

—por or<strong>de</strong>n <strong><strong>de</strong>l</strong> justicia— «encendió una can<strong><strong>de</strong>l</strong>a y gritó quienquiere que quiera<br />

arrendar el agua <strong><strong>de</strong>l</strong> barranco <strong>de</strong> la Almunia y agua-torno <strong>de</strong> la cequia <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

molino <strong>de</strong> Joan <strong>de</strong> Tricas <strong>de</strong> Mondot vecino <strong><strong>de</strong>l</strong> lugar <strong>de</strong> Olsón y el agua <strong>de</strong> la<br />

Fuente Caliente <strong>de</strong> la Almunia (...) ofrezca la tranca <strong>de</strong> mas dante dixendo a la<br />

una, a las dos, a la tercera...».<br />

Joan Castillo, <strong>de</strong> Arcusa, ofreció 600 sueldos. Se quedó con el agua. Joan<br />

<strong>de</strong> Tricas no asistió a la subasta. El molino estaba en sus tierras, lo había construido<br />

él, era suyo: nadie podía arrebatárselo. Pero el agua sí. Los cárcavos se<br />

quedaron secos y tristes.<br />

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