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TORREJÓN DE ARDOZ: UNA HISTORIA VIVA - Ayto Torrejon de ...

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<strong>de</strong>be a que esta tierra confinaba con tierras concejiles por una lin<strong>de</strong> que progresivamente<br />

había sido <strong>de</strong>splazada hasta borrarse.<br />

Vistas todas las <strong>de</strong>claraciones, el juez dictaminó a favor <strong>de</strong> los vecinos <strong>de</strong><br />

Torrejón y con<strong>de</strong>nó a la dignidad Arzobispal a pagar 53.000 maravedíes. Al final,<br />

esta cantidad la pagó personalmente el alcai<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Castillo, quien actuó<br />

como intermediario <strong>de</strong> la dignidad Arzobispal.<br />

Los libros <strong>de</strong>l Concejo <strong>de</strong> Torrejón<br />

<strong>TORREJÓN</strong> <strong>DE</strong> <strong>ARDOZ</strong>:<strong>UNA</strong> <strong>HISTORIA</strong> <strong>VIVA</strong><br />

Analizaremos ahora la vida agrícola en Torrejón a través <strong>de</strong> los cinco libros <strong>de</strong>l<br />

Concejo, incrementados con otro adquirido recientemente y restaurado por el<br />

Ayuntamiento, que se conservan, y cubren el período que media entre 1589 y<br />

1608. En estos libros se trata <strong>de</strong> todos los asuntos relacionados con la vida municipal,<br />

y, en especial, <strong>de</strong> las <strong>de</strong>cisiones que tomaba el Concejo. Son lo que en<br />

lenguaje actual <strong>de</strong>nominaríamos “Libros <strong>de</strong> Actas <strong>de</strong> las Sesiones <strong>de</strong>l<br />

Ayuntamiento”. Naturalmente los aspectos agrícolas eran objeto principal <strong>de</strong><br />

atención por parte <strong>de</strong>l Concejo, no sólo como institución pública encargada <strong>de</strong><br />

velar por su normal <strong>de</strong>sarrollo, sino como propietaria <strong>de</strong> tierras.<br />

Ya hemos señalado que el Concejo era el dueño <strong>de</strong> las <strong>de</strong>hesas <strong>de</strong> Retamal y<br />

Ardoz, y <strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> tierras que se localizaban principalmente en las la<strong>de</strong>ras<br />

<strong>de</strong> este arroyo. Cada año la corporación pregonaba las tierras y las arrendaba al<br />

mejor postor, <strong>de</strong> cuyos ingresos se servía para aten<strong>de</strong>r a sus numerosas necesida<strong>de</strong>s<br />

(impuestos, pleitos, préstamos a vecinos, gastos, etc.), práctica que se extendió<br />

hasta mediados <strong>de</strong>l siglo XX. Pero el arrendamiento <strong>de</strong> las <strong>de</strong>hesas no suponía<br />

el aprovechamiento exclusivo <strong>de</strong>l beneficiario. Como ejemplo acudimos<br />

al remate <strong>de</strong> la puja <strong>de</strong> la <strong>de</strong>hesa <strong>de</strong> Retamal en 1605, que recayó en Juan<br />

Martín Serrano, quien dio por ella 9.000 maravedíes, permitiendo que pastase libremente<br />

el ganado vacuno y mayor <strong>de</strong> los vecinos aunque no el lanar.<br />

El caso anterior nos sirve <strong>de</strong> punto <strong>de</strong> reflexión para resaltar la importancia<br />

que tenía el interés colectivo, amparado en una larga costumbre, sobre el beneficio<br />

individual. Uno <strong>de</strong> estos usos tradicionales, que corroboran lo anterior, es el<br />

aprovechamiento colectivo <strong>de</strong> las rastrojeras. Levantado el fruto por el dueño <strong>de</strong><br />

la tierra, los vecinos tenían <strong>de</strong>recho a entrar en ella con sus ganados y rebuscar,<br />

lo que en la práctica daba lugar a abusos. Así lo confirman las repetidas prohibiciones<br />

<strong>de</strong>l Concejo para que nadie entrase en las tierras antes <strong>de</strong>l plazo estipulado,<br />

y “/…/ ninguna persona arrastre paxa en los rrastroxos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí a que<br />

por la justicia y rregimiento <strong>de</strong>sta villa se man<strong>de</strong> /…/ y que ninguna persona<br />

atraviese los trigos ni cebadas <strong>de</strong>l termino <strong>de</strong> esta villa ni a pie ni a caballo ni<br />

mula” 42 . Parece que no surtieron el efecto <strong>de</strong>seado, por lo que algunos labradores<br />

se <strong>de</strong>cidieron a cercar sus propieda<strong>de</strong>s. Sin embargo, esta práctica chocaba<br />

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