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Economia Solidára na America Latina SENAES SOLTEC

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A <strong>Economia</strong> Solidária <strong>na</strong> América Lati<strong>na</strong>: realidades <strong>na</strong>cio<strong>na</strong>is e políticas públicas<br />

i. Su fi<strong>na</strong>lidad, más que maximizar beneficios, consiste en<br />

prestar servicios a los miembros o a la comunidad;<br />

ii. Tienen u<strong>na</strong> gestión autónoma o independiente;<br />

iii. Se emplean procesos de decisión democráticos;<br />

iv. En la redistribución de ingresos, se da prioridad a las perso<strong>na</strong>s<br />

y al trabajo, en lugar del capital.<br />

De esta definición se desprende que las organizaciones de economía social, que<br />

cumplen con estos principios básicos, son también movimientos sociales.<br />

Al decir de dos estimados profesores, con quienes tuve algún coloquio como Jacques<br />

Defourny (Universidad de Lieja) y Patrick Develtere (Universidad de Lovai<strong>na</strong>), se puede<br />

extraer u<strong>na</strong> lección fundamental de la historia de la economía social y son las dos condiciones<br />

que han determi<strong>na</strong>do casi siempre el éxito de las iniciativas en este campo.<br />

Para empezar, existe la “condición de necesidad”, sostienen los autores citados.<br />

Cuando la gente experimenta u<strong>na</strong> presión económica o socioeconómica, se cierran filas<br />

y se busca refugio en las organizaciones de tipo mutualista, cooperativo o asociativo. En<br />

otras palabras, la economía social es, en primer lugar, u<strong>na</strong> respuesta a las agudas necesidades<br />

de un grupo de gente. Las organizaciones de la economía social son, en bue<strong>na</strong><br />

medida, “hijas de la necesidad”.<br />

A continuación, está la “condición de cohesión social”. La economía social siempre<br />

es apoyada por la identidad colectiva de un movimiento social, o por lo menos, de<br />

u<strong>na</strong> comunidad.<br />

Las cooperativas y las mutualidades más duraderas se encuentran, además, en el seno<br />

de un movimiento social, o son llevadas por éste, cuya identidad social o cultural es o era<br />

muy fuerte. Por ejemplo, los Kibutz en Israel; las Cajas Raiffeisen en Alemania; las Cooperativas<br />

Vascas de Mondragón; las mutualidades Belgas; el movimiento cooperativo Desjardin<br />

en Cá<strong>na</strong>da; el movimiento cooperativo agrario cubano; el movimiento cooperativo<br />

de vivienda en Uruguay; el modelo de cooperativas abiertas de ahorro y crédito del Instituto<br />

Movilizador de Fondos de Argenti<strong>na</strong>; el movimiento de los Sin Tierras (MST) brasileño,<br />

que conocí en la Escuela de la ANAP en Güira de Mele<strong>na</strong> (Cuba); el Secretariado<br />

Nacio<strong>na</strong>l de Economía Solidaria – hoy nuestro anfitrión, en Brasil – y los movimientos<br />

sociales emergentes como Unisol; las incubadoras universitarias de cooperativas populares,<br />

de tanto desarrollo en Brasil y que nos ha servido de modelo para implementar u<strong>na</strong><br />

similar en nuestro país; y otras experiencias ensayadas.<br />

Si se pretende fomentar la economía social y establecer el papel propio de cada<br />

agente, es importante tener siempre en cuenta estas dos condiciones.<br />

No vamos a plantear que el cooperativo o el asociativo son la “pa<strong>na</strong>cea” para todos<br />

los males, pero sí reafirmamos que constituyen u<strong>na</strong> poderosa herramienta de cambio,<br />

en un mundo en transición.

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