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lancolía <strong>de</strong> Durero, experiencia especulativa <strong>de</strong>l mundo: estar fuera <strong>de</strong><br />
estas cosas que se quedan ahí, indiferentes, absolutas, y que nos abandonan<br />
sin tener la culpa <strong>de</strong> esto; privarse <strong>de</strong> ellas, sorpresa <strong>de</strong> su efímera y<br />
tranquila extrañeza. Maravilla en el abandono. Y, sin embargo, no se<br />
mueven. No tienen más movimiento que el que provocan entre sus masas<br />
las modificaciones <strong>de</strong> perspectiva momento a momento; mutaciones<br />
<strong>de</strong> apariencia engañosa. Como yo, tampoco cambian <strong>de</strong> sitio, pero la vista<br />
sola <strong>de</strong>shace y rehace continuamente las relaciones que mantienen entre<br />
ellos estos puntos fijos.<br />
Entre la inmovilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro y la <strong>de</strong> fuera, se introduce un equívoco,<br />
<strong>de</strong>lgada navaja que invierte sus estabilida<strong>de</strong>s. El quíasmo se efectúa<br />
por medio <strong>de</strong> la ventanilla y el riel. Dos temas <strong>de</strong> Julio Veme, este<br />
Víctor Hugo <strong>de</strong>l viaje: el ojo <strong>de</strong> buey <strong>de</strong>l Nautilus, cesura transparente<br />
entre los sentimientos fluctuantes <strong>de</strong>l observador y las influencias <strong>de</strong> una<br />
realidad oceánica; la vía <strong>de</strong> fierro que, con un línea recta, corta el espacio<br />
y transforma en la velocidad <strong>de</strong> su huida las serenas i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l suelo.<br />
<strong>La</strong> ventanilla es lo que permite ver; el riel, lo que permite atravesar. Se<br />
trata <strong>de</strong> dos modos complementarios <strong>de</strong> separación. Uno crea la distancia<br />
<strong>de</strong>l espectador: no tocarás; mientras más ves, menos tienes: <strong>de</strong>sposeimiento<br />
<strong>de</strong> la mano en favor <strong>de</strong> un mayor recorrido <strong>de</strong>l ojo. El otro<br />
traza, in<strong>de</strong>finidamente, el mandamiento <strong>de</strong> pasar; es su or<strong>de</strong>n escrito,<br />
con una sola línea, pero sin término: vete, parte, éste no es tu país, tampoco<br />
aquél; imperativo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sprendimiento que obliga a pagar un abstracto<br />
dominio ocular <strong>de</strong>l espacio al <strong>de</strong>jar todo lugar propio, al per<strong>de</strong>r pie.<br />
<strong>La</strong> ventanilla <strong>de</strong> vidrio y la línea <strong>de</strong> fierro reparten, por un lado,<br />
la interioridad <strong>de</strong>l viajero, narrador putativo, y, por el otro, la fuerza <strong>de</strong>l<br />
ser, constituido en objeto sin discurso, potencia <strong>de</strong> un silencio exterior.<br />
Pero, paradójicamente, es el silencio <strong>de</strong> las cosas colocadas a distancia,<br />
<strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l vidrio, el que, <strong>de</strong> lejos, hace hablar nuestras memorias o saca<br />
<strong>de</strong> las sombras los sueños <strong>de</strong> nuestros secretos. El casillero produce pen·<br />
samíentos con las separaciones. El vidrio y el fierro hacen especulativos y<br />
gnósticos. Hace falta este corte para que nazcan, fuera <strong>de</strong> estas cosas pero<br />
no sin ellas, los paisajes <strong>de</strong>sconocidos y las extrañas fábulas <strong>de</strong> nuestras<br />
historias interiores.<br />
El ruido viene <strong>de</strong> la división. A medida que avanza y crea dos<br />
silencios inversos, el corte mi<strong>de</strong>, silba O gime. Hay batir <strong>de</strong> rieles, vibrato<br />
<strong>de</strong> ventanillas; rozamiento <strong>de</strong> espacios en los puntos don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>svanecen<br />
<strong>de</strong> su frontera. Estas uniones no tienen lugar. Se marcan en gritos <strong>de</strong><br />
pasajes, en ruidos <strong>de</strong> instantes. Ilegibles, las fronteras 5610 pue<strong>de</strong>n escucharse,<br />
finalmente confundidas, tan continuo es el <strong>de</strong>sgarrón queaniquila<br />
los puntos por don<strong>de</strong> pasa.<br />
Estos ruidos señalan sin embargo, como sus efectos, el Principio<br />
que se hace cargo <strong>de</strong> toda la acción arrebatada a la vez a los viajeros y a la<br />
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