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hacer "como si" diera sentido al uso ordinario, y a suponer por sí misma<br />
un lugar propio don<strong>de</strong> pensar lo cotidiano.<br />
Estamos sujetos al lenguaje ordinario, almque no i<strong>de</strong>ntificados<br />
con él. Como en la nave <strong>de</strong> los locos, estamos embarcados, sin posibilidad<br />
<strong>de</strong> sobrevuelo ni <strong>de</strong> totalización. Es la "prosa <strong>de</strong>l mundo" <strong>de</strong> la cual<br />
trataba Merleau-Ponty. Engloba ésta todo discurso, aun si las experiencias<br />
humanas no se reducen a 10 que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir acerca <strong>de</strong> ellas. <strong>La</strong>s<br />
cíentíñctda<strong>de</strong>s se permiten olvidarla para constituirse, y las filosofías creen<br />
dominarla para autorizarse a tratarla. Ni unas ni otras, bajo este aspecto,<br />
llegan a tocar la cuestión filosófica, sin cesar reabierta por este "impulso"<br />
que"empuja al hombre a tropezar contra los límites <strong>de</strong>l lenguaje" (an die<br />
Grenze <strong>de</strong>r Sprache anzurennen).21 Wittgenstein reintroduce este lenguaje<br />
en la filosofía, que lo ha tomado como objeto formal pero concediéndose<br />
un dominio ficticio, y en las ciencias que lo han excluido para conce<strong>de</strong>rse<br />
un dominio efectivo.<br />
Cambia asíel lugar <strong>de</strong>l análisis, <strong>de</strong>finido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entoncespor una<br />
universalidad que resulta idéntica a una obediencia <strong>de</strong> uso ordinario. Este<br />
cambio <strong>de</strong> sitio modifica la condición <strong>de</strong>l discurso. Al ser "tomado" <strong>de</strong>ntro<br />
<strong>de</strong>l lenguaje ordinario, el filósofo ya no tiene un lugar propio o <strong>de</strong>l<br />
cual pueda apropiarse. Toda posición <strong>de</strong> dominio se le arrebata. El discurso<br />
analizador y el "objeto" analizado guardan la misma situación, la<br />
<strong>de</strong> estar organizados por el trabajo <strong>de</strong>l cual dan testimonio, <strong>de</strong>terminados<br />
por reglas que no fundan ni sobrevuelan, igualmente diseminados<br />
en funcionamientos diferentes (Wittgenstein ha querido que su obra misma<br />
esté compuesta sólo por fragmentos), inscritos en una textura don<strong>de</strong><br />
cada uno pue<strong>de</strong> a veces "hacer un llamado" a la otra instancia, citarla y<br />
referirse a ella. Hayun intercambio permanente <strong>de</strong> sitios distintos. El privilegio<br />
filosófico o científico se pier<strong>de</strong> en lo ordinario. Esta pérdida tiene<br />
como corolario la invalidación <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>s. ¿<strong>De</strong> qué lugar privilegiado<br />
podrían ser éstas los significados? Se tendrán pues hechos que ya no son<br />
verda<strong>de</strong>s. <strong>De</strong> éstas, la inflación se encuentra controlada, si no es que contenida,<br />
por la crítica <strong>de</strong> los sitios <strong>de</strong> autoridad don<strong>de</strong> los hechos se convierten<br />
en verda<strong>de</strong>s. Al <strong>de</strong>scubrirlas en una mezcla <strong>de</strong> disparates y <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r,<br />
Wittgenstein se esfuerza en reunir estas verda<strong>de</strong>s con hechos lingüísticos<br />
y con 10que, en estos mismos hechos, remite a una exterioridad <strong>de</strong>l lenguaje<br />
inefable o "mística".<br />
Se pue<strong>de</strong> incorporar a esta posición la importancia creciente, en<br />
Wittgenstein, <strong>de</strong> comportamientos y usos lingüísticos. Tratar el lenguaje<br />
21 Ver Ludwig Wittgenstein, Lepms el conversalÍOns, París, Gallimard, 1971, pp. 154-5.Ver<br />
también la <strong>de</strong>claración, citada por NormanMalcolm, sobre el hombre que, para salir <strong>de</strong> una<br />
pieza don<strong>de</strong> se cree encerrado, se pondría "a caminar a lo largo <strong>de</strong> los muros" (en Ludwig<br />
Wittgenstein, LeCahíer bleuel le Cahicr brun, París, Gallimard, 1965,p. 369).<br />
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