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PERSPECTIVAS 128 - International Bureau of Education - Unesco

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esto puede comportar de contradicción. Podría decirse que, después de todo, estamos ante las<br />

dualidades de siempre, pero la visión optimista que queremos adoptar nos hace pensar que se<br />

ha avanzado mucho en la segunda dimensión de las antinomias planteadas. En este trabajo<br />

nos centraremos en la primera de las tensiones, para luego hacer las correspondientes<br />

evaluaciones desde la perspectiva de la educación.<br />

No hace falta insistir aquí sobre el concepto de mundialización, sobradamente<br />

conocido y analizado desde múltiples puntos de vista: los de la economía, la política, la<br />

comunicación, la cultura, el consumo, la circulación de bienes y personas, etc. Sobre sus<br />

consecuencias, tanto positivas como negativas, se han formulado infinidad de<br />

consideraciones, de modo que sería muy difícil añadir nada nuevo al respecto. Podríamos<br />

concluir que, hoy por hoy, la mundialización aparece como algo inevitable y seguramente<br />

necesario para la dinámica del progreso, pero también como algo que es preciso compensar<br />

con precauciones y soluciones estructurales que eviten las consecuencias nocivas que puede<br />

acarrear, y que de hecho ya ha acarreado, entre las cuales la pérdida de la identidad cultural de<br />

los pueblos minoritarios no es la menos importante.<br />

Ha sido precisamente la amenaza de esa pérdida de identidad lo que ha provocado el<br />

resurgimiento de los sentimientos nacionales, si bien bajo ese rótulo pueden enmascararse<br />

cuestiones muy diversas, que van desde la consolidación de la identidad estrictamente cultural<br />

hasta el fortalecimiento y aun la exacerbación de los sentimientos y contenidos religiosos,<br />

políticos, étnicos, etc. Añádase que si la mundialización despierta reticencias en algunos<br />

sectores –hasta el punto de haber dado lugar a un movimiento general de antimundialización–,<br />

otro tanto ocurre con la idea de nacionalismo, reticencia generada por antecedentes que han<br />

sido trágicos para la historia de la humanidad. Porque en nombre de un cierto nacionalismo se<br />

ha practicado no sólo la xen<strong>of</strong>obia, la discriminación y la injusticia, sino incluso la<br />

aniquilación de quienes se consideraba diferentes. Ejemplos de esto pueden encontrarse en<br />

todos los continentes, pero aún están vivos los que llevaron a Europa a confrontaciones<br />

bélicas y exterminios sin precedentes. Condenadas explícitamente estas funestas derivaciones,<br />

volvamos a las implicaciones que nos ocupan.<br />

El concepto de nacionalismo adquiere significados muy distintos según los lugares en<br />

que se manifiesta y la organización política allí existente. En el caso de la nación quechua, por<br />

ejemplo, se trata de una realidad histórica y cultural que hoy se extiende sobre el territorio de<br />

varias organizaciones políticas (Estados) de América del Sur. La nación portuguesa, por su<br />

parte, coincide prácticamente con las fronteras de una sola organización política estatal,<br />

mientras que la nación de Quebec corresponde a una provincia, es decir, a una parte limitada<br />

de los Estados Unidos del Canadá. Por lo tanto, no se pueden relacionar los términos Estado y<br />

nación como si fueran sinónimos, aunque en muchos casos, con el desarrollo de los<br />

denominados “estados-nación”, la terminología <strong>of</strong>icial pueda hacerlos coincidentes.<br />

Precisamente porque los componentes característicos de una nación son básicamente<br />

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