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PERSPECTIVAS 128 - International Bureau of Education - Unesco

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se impone a través de los medios de comunicación, los bienes de consumo y la influencia<br />

política. Un mundo de pensamiento único y –acaso– de cultura única supondría un<br />

empobrecimiento indiscutible de la humanidad y otra forma de dominación de unos pueblos<br />

sobre otros, porque en la práctica la cultura dominante lleva “el nombre y el apellido” de un<br />

país o grupo de países concretos 4 .<br />

A modo de ejemplo puede citarse el caso de las lenguas. En la práctica ya existe una<br />

lengua franca para las relaciones internacionales –el inglés–, especialmente cuando se trata de<br />

relaciones entre pueblos geográficamente alejados. Lo que en principio podría ser entendido<br />

como una gran ventaja para la comunicación, conlleva también la imposición de un modelo<br />

cultural –el de los países de habla inglesa–, con la clara supremacía que esto supone frente a<br />

los restantes comunicadores, ya que sólo difícilmente se llega a dominar otra lengua tanto<br />

como la propia (salvo excepciones, naturalmente): el nivel de pr<strong>of</strong>undidad de los intercambios<br />

se resiente, con todo lo que ello comporta de imposibilidad de expresar los matices, de<br />

intervenir de manera fluida en los debates, etc.<br />

Por otro lado, no debe olvidarse que una lengua es algo más que un instrumento de<br />

comunicación: es, sobre todo, una forma de ver y de construir la realidad, fruto de una historia<br />

acumulada. Si un pueblo pierde su lengua propia, pierde con ella su más peculiar signo de<br />

identidad. La realidad –los límites de la realidad– y el deseo de apertura hacia los demás nos<br />

obligan a ser plurilingües, pero tal obligación debería afectar a todos y de ninguna manera<br />

impedir la conservación de la lengua propia, signo inequívoco de identidad individual y<br />

colectiva 5 .<br />

La relación entre nacionalismo y educación nace de la necesidad de impartir la<br />

enseñanza a partir de una realidad próxima, conocida y comprensible para el educando, eso<br />

que tantas veces se ha definido como necesidad de contextualización y de “aprendizaje<br />

situado”. A las realidades más alejadas se irá llegando progresivamente, tomando siempre<br />

como referencia la más próxima, del mismo modo que el saber general y científico se<br />

construye fundamentalmente a través de un proceso inductivo, que va de lo particular y<br />

concreto a lo abstracto y general, para luego poder interpretar otras realidades concretas.<br />

Esa realidad próxima y vivida está situada en un territorio, encarnada en una lengua,<br />

en unas costumbres y tradiciones, en una historia cuyos vestigios envuelven al sujeto: en<br />

definitiva, esa realidad inmediata y cotidiana es su nación. El conflicto educativo puede<br />

plantearse entonces cuando el sujeto reside en un Estado que impone <strong>of</strong>icialmente la cultura<br />

de otra nación (ya sea porque esa cultura es mayoritaria en el territorio y cuenta con el poder<br />

político, ya porque la cultura del sujeto corresponde a otro territorio distinto de aquel en el<br />

que ahora reside).<br />

Aunque no es el momento de hacer un análisis pedagógico de estas situaciones, cabe<br />

recordar la necesidad de preservar las culturas minoritarias, en la convivencia intercultural y<br />

el fomento de la cohesión social, pero cuidando que una cultura no se vea condenada a<br />

5

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