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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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excesiva y una ausencia de humildad, deciden oprimir a la mayoría, quebrando<br />

así el vinculo de lealtad y credibilidad que sostenía al sistema. Toynbee<br />

distingue entre la ruptura y la desintegración de una sociedad; lo primero no<br />

implica inevitablemente lo segundo, pues un orden político-social determinado<br />

puede simplemente petrificarse, ya que, si bien fue capaz de resolver el reto<br />

inicial que le dio origen (su génesis), no logro superar el desafío <strong>del</strong> crecimiento<br />

y la autodeterminación. Cuando se presenta una situación semejante, la<br />

sociedad se estanca, y la mediocridad, la desconfianza, la falta de solidaridad y<br />

la incapacidad para innovar se transforman en sus características primordiales y<br />

definitorias. El paso siguiente es la desmembración, el caos, la anarquía, y,<br />

finalmente el autoritarismo<br />

II<br />

A pesar de que la anterior no sea más que una cruda síntesis <strong>del</strong> marco<br />

conceptual <strong>del</strong> Estudio de la Historia, la misma ofrece, a mi modo de ver, una<br />

sugestiva interpretación <strong>del</strong> cambio histórico con obvia relevancia para el actual<br />

contexto venezolano. Nuestra democracia surgió como respuesta a un desafío<br />

nacional en lucha por la libertad contra la tiranía. En una primera etapa de<br />

estabilización, el nuevo sistema tuvo que enfrentar serios retos políticos, pero<br />

después de ese periodo, y casi hasta el presente, las condiciones de expansión<br />

de la democracia venezolana han sido extremadamente favorables debido a<br />

una combinación de factores, pero principalmente a la posibilidad de satisfacer<br />

las expectativas siempre crecientes de la población con los beneficios de una<br />

economía rentista basada en el petróleo. Esta ausencia de dificultades no<br />

detuvo nuestro crecimiento, pero si lo encauzo por canales que en lugar de<br />

acentuar nuestras capacidades de autodeterminación y creatividad, nos<br />

convirtieron en una sociedad falsamente opulenta y artificialmente sólida,<br />

generando desmedidas ilusiones de poderío y acrecentando la complacencia de<br />

los sectores dirigentes.<br />

<strong>La</strong> crisis económica, social y política que ha venido perfilándose con cada vez<br />

mayor nitidez en tiempos recientes tiene un denominador común: la pérdida de<br />

confianza de numerosos venezolanos en si mismos y en su país. Los rudos<br />

golpes recibidos a partir de 1983 han empezado a mostrarnos la irrefutable<br />

realidad de nuestras vulnerabilidades, y por primera vez en muchos años nos<br />

colocan frente a un desafío histórico de dimensiones verdaderamente<br />

significativas. Pero el problema de fondo es grave, pues nuestros sectores<br />

dirigentes se encuentran llenos de dudas acerca de cómo enfrentar<br />

creativamente el reto de renovarse después de dos décadas de fácil manejo<br />

populista- es decir, demagógico- de la política. Sin embargo, creo que es<br />

justificado afirmar que la necesidad de innovación es urgente, pues en<br />

Venezuela se esta perdiendo aceleradamente la habilidad de creer: De creer<br />

que el país pueda, de verdad, superar el pesimismo, la incertidumbre y el<br />

desencanto que la abruman. De creer que el país sea capaz, de verdad, de<br />

conquistar las metas de desarrollo equilibrado, honestidad política y

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