La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero
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nacionales. En la actual coyuntura <strong>del</strong> país existe una profunda necesidad de<br />
ideas no-convencionales sobre la economía, el papel de los partidos políticos, el<br />
rol <strong>del</strong> liderazgo, la organización <strong>del</strong> Estado, la reforma constitucional, la política<br />
exterior, y en fin, sobre las concepciones más globales acerca <strong>del</strong> porvenir de<br />
Venezuela y el carácter y propósitos de lo que he denominado nuestro proyecto<br />
nacional. No obstante, el sistema político venezolano no está dando muestras<br />
de poseer una capacidad creativa adecuada a las condiciones que vivimos. En<br />
parte -como comentaré más a<strong>del</strong>ante- esto se debe a que, a pesar de que<br />
muchos de nuestros dirigentes perciben la realidad y peligrosidad <strong>del</strong> deterioro,<br />
hay aún una sólida reserva de confianza en la estabilidad básica <strong>del</strong> orden<br />
político, que a veces asume la forma de una cierta creencia mágica -derivada<br />
<strong>del</strong> espejismo petrolero- en que, de una u otra manera, saldremos airosos de la<br />
crisis.<br />
A lo anterior se añade una concepción manipuladora y a corto plazo de la<br />
política que se halla bastante extendida entre nuestros sectores dirigentes. <strong>La</strong><br />
importancia de la lucha electoral y las disputas internas en los partidos han<br />
concentrado por años la atención de buena parte de nuestros políticos, y en no<br />
pocos casos ello ha contribuido a dejarles atrás en relación a un país que es<br />
ahora mucho más complejo y que se enfrenta a desafíos crecientemente<br />
exigentes. Por último, existe también en nuestro medio una actitud ambigua,<br />
mezcla de respeto, sospecha e ironía, hacia la función de innovación intelectual<br />
en política. Hay que admitir que tal actitud ha encontrado cierta justificación en<br />
las posiciones radicalizantes que con demasiada frecuencia asumen nuestros<br />
intelectuales, y en el tradicional abismo, que permanece abierto, entre los<br />
proyectos de renovación que se plantean en Venezuela y las realidades y<br />
posibilidades concretas <strong>del</strong> país. No obstante, esto en nada disminuye el<br />
significado <strong>del</strong> problema que he querido formular: la democracia venezolana<br />
requiere en el actual momento histórico ideas no-convencionales y hondamente<br />
renovadoras, que la revitalicen y enrumben hacia metas de superación nacional<br />
en todos los órdenes; sin embargo, el hecho es que nuestro sistema político se<br />
muestra lento y reacio a innovar.<br />
¿Qué hacer? Ante todo es indispensable afrontar la verdad de la crisis sin la<br />
más mínima muestra de autocomplacencia, y tener claro que la realidad <strong>del</strong><br />
deterioro de la democracia venezolana va más allá de lo político -<strong>del</strong> fracaso <strong>del</strong><br />
liderazgo y de las más vitales políticas públicas, de la conversión de los<br />
partidos en meras maquinarias electorales y <strong>del</strong> descontento generalizado de la<br />
población-, y hunde sus raíces en lo social y económico. En otras palabras,<br />
comienzan a presentarse en Venezuela constelaciones de problemas y<br />
estrangulamiento <strong>del</strong> desarrollo semejante a los que en repetidas ocasiones han<br />
producido el derrumbe de la democracia pluralista en la mayor parte de las<br />
naciones latinoamericanas. ¿Por qué hemos llegado a esta situación, cuáles son<br />
sus orígenes y qué podemos hacer para enfrentarla?<br />
El conocido historiador británico E .H. Carr dijo una vez “que la historia sólo<br />
puede ser escrita por aquéllos que encuentran un sentido de dirección. <strong>La</strong><br />
creencia de que venimos de alguna parte, está estrechamente vinculada a la<br />
creencia de que vamos a alguna parte Una sociedad que ha perdido la fe en su<br />
capacidad de progresar en el futuro cesará rápidamente de preocuparse por su