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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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ante la ley, en otro sentido es una verdad incontrovertible que no todos somos<br />

iguales, ni como individuos ni como pueblos, en lo que respecta a las<br />

motivaciones, talentos, aptitudes y ambiciones que caracterizan a cada ser<br />

humano y que son, precisamente, las que hacen posible que las sociedades no<br />

se estanquen. Sin embargo, el Dr. Caldera no establece una clara distinción<br />

entre estos aspectos <strong>del</strong> tema de la igualdad, ni extrae conclusiones sobre el<br />

impacto de los mismos en la discusión contemporánea en tomo a la justicia<br />

social. Además, sostener que todos tenemos derechos iguales no es tan obvio<br />

como parece. De nuevo, esto es verdad en un sentido: en lo que respecta al<br />

derecho que todos tenemos de exigir que nuestros semejantes cumplan las<br />

leyes y reglas que conforman el orden en una sociedad libre. No obstante, no<br />

hay ninguna razón para considerar que sea justo que aquéllos que más aporten<br />

a la sociedad -por su iniciativa, talento, creatividad, disciplina y dotes de<br />

cualquier tipo y en muy diversos niveles- deban recibir lo mismo -en cuanto a<br />

ingresos y beneficios- que otros que aportan menos. Pero el hecho es que, en<br />

muchas ocasiones, la idea de justicia social es empleada en el sentido de una<br />

nivelación de ingresos, y el dominio populista de nuestra cultura política impide<br />

que se formule la pregunta obvia: ¿porque?, ¿en qué criterio se basa la<br />

perspectiva de que es justo penalizar a los que son más productivos y<br />

contribuyen más a la sociedad y discriminar sistemáticamente a favor de los<br />

que no lo hacen?<br />

A esto, y todavía en relación a los textos <strong>del</strong> ex-Presidente Caldera,<br />

habría que añadir la pregunta siguiente: ¿porqué los países compradores de<br />

materias primas tienen mayores deberes que los productores de materias<br />

primas? ¿Cuál es el origen, y cuál es el fundamento, de semejante aseveración?<br />

¿Es éste un principio moral?, y si lo es, ¿de dónde surge? ¿Se trata acaso de un<br />

principio económico? ¿Se nos está diciendo acaso que un país que sea<br />

primordialmente productor de materias primas no puede ser próspero y libre?<br />

¿Y dónde quedan entonces Nueva Zelandia y Dinamarca, por ejemplo? ¿Porqué<br />

debemos presumir que pueblos que prácticamente sin materias primas -corno<br />

Japón y Suiza- han sido capaces de progresar con su trabajo e ingeniosidad,<br />

tienen mayores deberes que otros? ¿Debemos concluir entonces que los países<br />

productores de materias primas -como Venezuela- no tienen deberes? Y si los<br />

tenemos, ¿cuáles son? Sobre el papel, Venezuela es un país rico al que bien<br />

podría aplicársele la frase <strong>del</strong> Dr. Caldera de acuerdo a la cual los pueblos ricos<br />

tienen grandes deberes frente a los pueblos menos ricos” (18) ; sin embargo<br />

ninguno de nuestros dirigentes políticos se ha tomado jamás el trabajo de<br />

explicar con claridad cuáles son tales deberes en el caso venezolano.<br />

He extraído algunas ideas de los escritos <strong>del</strong> ex-Presidente Caldera<br />

porque se trata de un líder de gran peso político, cuyos puntos de vista ejercen<br />

mucha influencia dentro y fuera <strong>del</strong> partido al que pertenece; pero ejemplos<br />

como éste podrían multiplicarse, tornándolos de los pronunciamientos de la<br />

_______________<br />

18 Ibid., p. 181

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