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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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Aquí también este notable y justamente respetado escritor rendía tributo a los<br />

perjuicios de la cultura política populista, sin que ello, por supuesto, menoscabe<br />

su esfuerzo de interpretar lo más acertadamente posible el desafío de ese<br />

tiempo.<br />

A mi modo de ver, el error que cometía Uslar Pietri consistía en concebir el<br />

dilema entre capitalización y progreso social en términos extremos, y en darle<br />

a la noción de sacrificio social un carácter prácticamente de hecatombe o<br />

catástrofe, que sólo aumentaba con la inadecuación de sus ejemplos históricos.<br />

No fue Uslar Pietri el único que vio las cosas de esta forma, lo cual, casi<br />

inevitablemente, reforzaba la tendencia a admitir la mitología populista como<br />

única vía de preservar el régimen de libertades y el apoyo ciudadano al<br />

proyecto nacional de la democracia. Pero los problemas de Venezuela no<br />

requerían ni la mano dura de Stalin ni la demagogia tradicional <strong>del</strong> <strong>populismo</strong><br />

latinoamericano, sino una visión realista <strong>del</strong> desarrollo propuesta por un<br />

liderazgo consciente de los límites de la acción <strong>del</strong> Estado, capaz de dirigirse<br />

con claridad y autenticidad a la ciudadanía y de confiar en las capacidades<br />

mentales de los venezolanos comunes y corrientes para aceptar una alternativa<br />

no-paternalista y no-populista de la democracia, y una política económica<br />

fundamentada en la austeridad gubernamental y la promoción de un mercado<br />

competitivo, de bajos costos y elevada productividad.<br />

Por otra parte, no obstante lo dicho antes, Uslar Pietri estaba en lo correcto al<br />

apuntar que un proceso de desarrollo es generalmente el resultado de la<br />

interacción de dos funciones, que Hirschman denomina la función empresarial y<br />

la función reformista. <strong>La</strong> primera es la función de acumulación, cuya fortaleza<br />

depende de la abundancia y calidad de las oportunidades para una inversión<br />

reproductiva de capitales; la segunda es una función de equilibrio o<br />

redistributiva, que se dirige a mejorar la posición de aquellos grupos que han<br />

sido dejados atrás o simplemente maltratados a consecuencia <strong>del</strong> empuje de la<br />

primera etapa acumulativa. Como bien señala Hirschman, la manera en que<br />

estas dos funciones sean ejecutadas y coordinadas es crucial en la<br />

determinación de los resultados económicos y políticos <strong>del</strong> proceso de<br />

desarrollo. (13) Ambas juegan un papel importante: por un lado, la función<br />

empresarial hace posible el aumento en la productividad y la generación de<br />

riqueza; por otro lado, la función reformista hace posible el sostenimiento <strong>del</strong><br />

crecimiento económico luego <strong>del</strong> empuje desestabilizador de la etapa<br />

acumulativa -como en los casos, por ejemplo, <strong>del</strong> Acta de Reforma en<br />

Inglaterra en 1832 y <strong>del</strong> New Deal en los Estados Unidos. Hirschman también<br />

indica-y éste es un punto de particular relevancia en el caso de Venezuela- que<br />

en América <strong>La</strong>tina en general las fuerzas ideológicas que han enfatizado la<br />

importancia de la función empresarial han sido más débiles que en Europa o los<br />

Estados Unidos. En otras palabras, en nuestro medio, la función reformista o<br />

redistributiva ha contado tradicionalmente con un respaldo, político intelectual<br />

que no se corresponde con nuestros logros en el terreno de la acumulación y la<br />

__________________<br />

(13) Hirschman, p. 125.

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