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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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económicas predominantes dentro y fuera de nuestros principales partidos<br />

políticos, ha enfatizado permanentemente la función <strong>del</strong> Estado como gran<br />

repartidor de beneficios, en detrimento de cualquier posibilidad de un desarrollo<br />

nacional sólido, es decir, no rentista. Aun las políticas de sustitución de<br />

importaciones han sido implementadas en función de objetivos sociales -<br />

proteccionismo para el empresariado y el empleo para la clase obrera- más que<br />

propiamente económicos, con graves consecuencias que ahora están a la vista.<br />

Este proceso de industrialización sustitutiva, que Venezuela experimentó con<br />

fuerza a partir de los años 60 -en base a nociones típicamente populistas que<br />

ya habían fracasado en otros países latinoamericanos- demostró, por una parte,<br />

que es poco sensato pretender producir domésticamente todo lo que se<br />

produce en el exterior, y por otra parte que la clave para ejecutar con éxito una<br />

política de industrialización está en otorgar importancia prioritaria a los factores<br />

de eficiencia y competitividad. Pero en nuestro medio estos dos factores han<br />

sido sistemáticamente subordinados al proteccionismo -para ganar adeptos<br />

dentro de un sector empresarial en no poca medida parasitario- y paternalismo<br />

clientelista que han conducido al despilfarro de una enorme -e irrecuperableriqueza<br />

sin que de ello reste un aparato productivo capaz de sostenemos hacia<br />

el futuro.<br />

No es superfluo insistir que el <strong>populismo</strong> en economía se fundamenta por<br />

sobre todo en la idolatría a la acción <strong>del</strong> Estado y la desconfianza hacia los<br />

mecanismos de mercado y la función empresarial. <strong>La</strong> tendencia a ver el Estado<br />

como la encarnación <strong>del</strong> bien colectivo, y las intervenciones estatales como<br />

herramientas infalibles en la resolución de los problemas de la economía y de la<br />

sociedad es bastante común en nuestro medio; sin embargo, como<br />

acertadamente señala Dubuc ,(18) el Estado no es una institución supra humana<br />

sino una entidad compuesta por hombres y mujeres, que en ocasiones -como<br />

está de sobra demostrado en Venezuela pueden utilizar en su propio provecho<br />

o el de los grupos o partidos que representan los recursos que han sido<br />

colocados a su disposición. Por otra parte, es iluso, además de peligroso para la<br />

libertad humana, creer en el poder mágico de la acción <strong>del</strong> Estado en la<br />

organización y conducción de la sociedad y la economía. Como se verá más<br />

a<strong>del</strong>ante, el Estado tiene significativas funciones que cumplir -tanto políticas,<br />

como sociales y económicas (y, por supuesto, de defensa), pero una sociedad<br />

libre sólo puede sobrevivir si estas funciones se limitan. En el terreno<br />

económico, hay que tener claro que la vida económica de una sociedad libre<br />

“no puede ser manipulada de acuerdo a las intenciones de nadie en particular,<br />

ya que la misma se desenvuelve dentro de un terreno de interacciones muy<br />

diversificado y complejo entre agentes y fenómenos económicos; el<br />

desconocimiento de este hecho básico podría significar que las intervenciones<br />

gubernamentales, independientemente de los buenos deseos que las animen,<br />

vengan a agravar los problemas existentes o, incluso, a generar problemas aún<br />

mayores” .(19)<br />

___________________<br />

(18) Dubuc, p. 11.<br />

(19) Ibid.

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