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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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Un diagnóstico no es una profecía histórica. Los hombres hacemos nuestra<br />

propia historia, aunque desafortunadamente no siempre en condiciones que<br />

hayamos escogido. Por esto, sostener que el <strong>populismo</strong> acabará con la<br />

democracia puede no resultar cierto, entre otras cosas porque la identificación,<br />

a tiempo, de los males <strong>del</strong> <strong>populismo</strong> podría conducirnos a imprimir un<br />

sustancial cambio de rumbo en la dirección general que hasta el presente viene<br />

siguiendo nuestro proceso político. Se trata de transformar todo un estilo<br />

político y despertar la capacidad innovadora de nuestra sociedad, lo cual<br />

requiere primeramente dar un verdadero viraje de timón a los términos <strong>del</strong><br />

debate político venezolano, con una posición ideológica inequívoca frente al<br />

<strong>populismo</strong> y en defensa de una sociedad abierta y libre. “Debemos”, en<br />

palabras de Hayek, “dar una vez más a la tarea de construir una sociedad libre<br />

el carácter de aventura intelectual y acto de coraje. A menos que convirtamos<br />

otra vez los fundamentos filosóficos de una sociedad libre en un candente tema<br />

intelectual, y su implementación en una empresa que desafíe a nuestras<br />

mentes más capaces, las perspectivas de la libertad serán muy oscuras. Pero si<br />

logramos reconquistar la creencia en el poder de las ideas, que es la marca<br />

característica <strong>del</strong> más genuino liberalismo, la batalla no estará perdida”’. (5)<br />

No voy a ocultar al lector que hay una cierta paradoja en lo que estoy<br />

diciendo al liderazgo nacional, actual y potencial: Por un lado he sostenido que<br />

en política es errado buscar la perfección, -pero por otro lado estoy pidiendo un<br />

cambio que es en extremo difícil y exigente, y que toca la médula espinal <strong>del</strong><br />

estilo político imperante entre nuestros principales partidos y hombres públicos.<br />

Esta, no obstante, es una tensión insuperable de toda concepción política que<br />

no quiera sucumbir ni a la mediocridad populista ni a la tentación autoritaria.<br />

Tal concepción distingue al verdadero estadista de lo que Spengler llama un<br />

“mero político”: “el jugador que participa por el puro placer <strong>del</strong> juego, el<br />

arribista en las alturas de la historia que sólo persigue rango y riqueza”.<br />

Venezuela no necesita “meros políticos” sino estadistas, es decir, “hombres<br />

capaces de pedir sacrificios y obtenerlos, porque su convicción de que ello es<br />

necesario para su país es compartida por otros muchos, los transforma, y los<br />

hace capaces de realizaciones que en otras circunstancias jamás hubiesen<br />

conquistado”. (6)<br />

_______________________<br />

(5) Hayek,Studies in Philosophy, Politics, and Economics, p. 194<br />

(6) Spengler, The Decline of the West, p. 366 (Enfasis A. R)

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