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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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<strong>La</strong> noción según la cual la ayuda es necesaria para el avance de los países<br />

pobres se enfrenta aun serio dilema: si, como apunta Bauer, las condiciones<br />

propicias para el desarrollo -excepto el capital- están presentes, el capital que<br />

se requiere podrá o bien ser generado localmente o bien solicitado en forma de<br />

créditos a gobiernos y bancos extranjeros. Pero si esas condiciones no existen,<br />

la ayuda que se preste inevitablemente será ineficaz y se desperdiciará.<br />

<strong>La</strong>s dádivas externas no pueden crear las condiciones personales, sociales, e<br />

institucionales- que determinan el desarrollo económico, y no hay ningún<br />

ejemplo histórico que permita suponer que las donaciones externas pueden<br />

motorizar el progreso material autosostenido de un país. El único caso en que la<br />

ayuda cumplió decisivamente ese papel fue el <strong>del</strong> plan Marshall, pero no hay<br />

que olvidar que éste fue un proyecto de reconstrucción, no de desarrollo: los -<br />

pueblos europeos poseían las actitudes, motivaciones e instituciones favorables<br />

a un rápido progreso material, adquiridas por siglos antes de la Segunda Guerra<br />

Mundial. (26) El punto es simple: si los determinantes <strong>del</strong> progreso material -<br />

personales, sociales e institucionales- están presentes, el desarrollo económico<br />

se producirá aún sin ayuda exterior; si están ausentes, el progreso no ocurrirá<br />

aún con ayuda exterior. <strong>La</strong> misma existencia de países avanzados demuestra<br />

que la ayuda exterior no es necesaria para el desarrollo: estos pueblos<br />

progresaron sin ayuda, y de hecho numerosos países <strong>del</strong> Tercer Mundo han<br />

avanzado económicamente sin requerir de ayuda.<br />

El lector podría preguntarse porqué insisto sobre este punto: lo considero<br />

importante pues contribuye a dar énfasis a dos de los principales argumentos<br />

que he venido exponiendo en estas páginas. Me refiero, en primer lugar, a que<br />

son la actitudes, valores, formas de organización y motivaciones de la gente los<br />

factores que determinan primordialmente el progreso material de los pueblos;<br />

lo demás es secundario, y de hecho la ayuda exterior en muchas ocasiones<br />

implanta en la mente de las personas la idea de que su destino no depende de<br />

si mismas sino de otros: de extranjeros, <strong>del</strong> gobierno, de los ricos, etc. Así, se<br />

empieza a esperar el progreso sin el esfuerzo y el éxito sin el mérito, a creer<br />

que la recompensa material depende de la suerte y de dádivas y que el<br />

desarrollo puede obtenerse sin pasar a través <strong>del</strong> largo y complejo proceso de<br />

ahorro, inversión, austeridad, innovación y ensayo y error en las políticas<br />

públicas y actividades ciudadanas que lo han caracterizado en todos los países<br />

ahora a<strong>del</strong>antados. En síntesis, la ayuda -como la riqueza fácil <strong>del</strong> petróleo-<br />

promueve la creencia de que una sociedad puede andar desde el atraso al<br />

progreso sin atravesar la senda <strong>del</strong> esfuerzo económico. Pienso, en segundo<br />

lugar, que esta discusión resalta el hecho de que las políticas gubernamentales<br />

tienen un rol crucial que jugar en la promoción <strong>del</strong> progreso material de los<br />

pueblos. Desde luego, la ayuda exterior puede acrecentar los recursos de los<br />

gobiernos y pueblos receptores, haciendo posible una mayor tasa de inversión y<br />

consumo adicional, pero ello no implica que la ayuda aumente la tasa de<br />

_______________<br />

(26) Bauer, Equality..., p p. 100- 110

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