La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero
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poder financiero de que ha disfrutado en determinadas coyunturas el Estado<br />
venezolano, la movilización de recursos tras las metas desproporcionadas e<br />
inasimilables de, por ejemplo, el V Plan de la Nación, condujo la economía por<br />
un camino de malbaratamiento, despilfarro, y sobre congestionamiento nunca<br />
antes vistos en un país pequeño en el mundo con excepción, tal vez, de<br />
algunos Estados árabes y de Nigeria (cuya población es mayor a la nuestra).<br />
<strong>La</strong>s consecuencias de los errores conceptuales cometidos, y de las políticas<br />
erradas y desmesuradas implementadas en ese período estarán con nosotros<br />
por mucho tiempo.<br />
El Plan para Venezuela no debería requerir más de unas cuantas páginas con<br />
lineamientos generales, sobrios, y coherentes, dirigidos a orientar el gasto no<br />
en función de la estatización de la economía, sino de la creación de un marco<br />
institucional, de infraestructura, y de servicios, que facilite y dinamice la vida<br />
económica de la sociedad como un todo. Tal concepción es totalmente contraria<br />
a la que ha predominado en Venezuela, que se dirige más bien a acentuar el<br />
poderío de una economía estatizada, la cual, en lugar de asegurar un contexto<br />
que incentive la iniciativa, conocimiento y competitividad de los agentes<br />
económicos -individuos y empresas-, contribuye a acentuar la asfixia<br />
burocrática, el desperdicio, y la artificialidad rentista. No hemos fallado por falta<br />
de planes, sino por su exceso, y por una acumulación de políticas e<br />
instituciones económicas equivocadas. En lugar de alimentar más el Estado,<br />
una oficina como Cordiplan debería interrogarse sobre su propio sentido,<br />
evaluar su trayectoria y reducir sus desmedidas ambiciones. Pensar en el<br />
futuro, tener programas económicos y un sentido de dirección política para<br />
ejecutarlos no debe confundirse con el mito de la planificación centralizada, que<br />
cuando no es negativo es irrelevante.<br />
No es nada fácil, sin embargo, combatir la idolatría estatista en Venezuela,<br />
pues ésta no es sólo el producto de los cómodos beneficios que para muchos<br />
ha arrojado la economía rentista, sino también, en ciertos casos, de una<br />
genuina creencia en la bondad intrínseca de la acción <strong>del</strong> gobierno y la maldad<br />
intrínseca de los mecanismos <strong>del</strong> mercado económico en una sociedad libre. A<br />
pesar de que la evidencia demuestra constante y sistemáticamente -en<br />
Venezuela y el resto <strong>del</strong> mundo- que las políticas estatales no pueden suplantar<br />
lo que Adam Smith describía como “el esfuerzo de cada hombre por mejorar su<br />
condición, que es “el principio <strong>del</strong> cual se deriva la verdadera riqueza nacional y<br />
privada (21) , la mitología socialista de nuestro tiempo ejerce una fuerte<br />
atracción, aun sobre líneas de pensamiento político no <strong>del</strong> todo anti-liberales<br />
como la socialdemocracia y el social cristianismo, las cuales se fundamentan en<br />
el respeto a la libertad <strong>del</strong> individuo. Pero si queremos salir <strong>del</strong> atolladero<br />
económico en que nos encontramos debemos refutar la tendencia a aceptar<br />
pasivamente el paternalismo estatal, y enfatizar que, como lo formulaba Mill, “la<br />
manera en que el gobierno puede más adecuadamente demostrar la sinceridad<br />
con la cual procura el mayor bienestar de los ciudadanos, es realizando aquellas<br />
___________<br />
(21) Adam Smith, The Wealth of Nations, (ed. E. Cannan),’Methuen, London<br />
(Sixth edition, 1950), p. 49.