La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero
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progreso en el pasado” 3 Si bien es indudable que la democracia venezolana<br />
atraviesa por un difícil período, cuyo posible desarrollo y consecuencias están<br />
aun sumidos bajo un manto de incertidumbre, hay que reconocer los lo9gros<br />
positivos <strong>del</strong> proceso que se inició en Enero de 1958. Lo que ahora somos, por<br />
supuesto, es producto <strong>del</strong> pasado; la historia es la raíz <strong>del</strong> presente, y aun si<br />
admitiésemos que los pueblos que olvidan su historia no, se condenan<br />
inevitablemente a repetirla, el conocimiento de la historia puede al menos<br />
ahorrarles a las nuevas generaciones la necesidad de aprender una y otra vez<br />
las mismas lecciones como si nada hubiese ocurrido antes y hacia atrás sólo<br />
existiese un vacío. ¿Y qué enseña la historia de Venezuela desde un punto de<br />
vista puramente político? Pienso que el recorrido de la Venezuela,<br />
independiente, casi hasta nuestros días, tiene un denominador fundamental<br />
que ha caracterizado por décadas nuestro proceso evolutivo como pueblo: la<br />
violencia de los venezolanos entre sí, la opresión de unos venezolanos sobre<br />
otros, y el aplastamiento continuo y sistemático de los derechos de los<br />
ciudadanos para servir intereses exclusivistas y minoritarios. En tal sentido, no<br />
cabe duda que la democracia inauguró una etapa cuantitativamente distinta y<br />
ampliamente positiva <strong>del</strong> acontecer histórico nacional.<br />
Es crucial que los venezolanos de hoy apreciemos esta realidad: nuestro<br />
sistema de libertades, a pesar de sus serias fallas, es una significativa conquista<br />
histórica que nos separa de una larga era de tiranías, guerras civiles, y<br />
arbitrariedad. Esa historia debe también transmitirnos el mensaje de que la<br />
democracia y la protección de los derechos individuales constituyen un logro<br />
frágil, pues -entre otras cosas- el pasado ejerce su peso sobre el presente, y no<br />
sería sorprendente que el paulatino deterioro <strong>del</strong> actual experimento político<br />
venezolano desembocase en nuevos períodos de represión y autoritarismo. Esa<br />
conciencia acerca de la fragilidad histórica de la democracia y la libertad en<br />
nuestra tierra tiene que convertirse en el principal estímulo para el<br />
mejoramiento de nuestro orden político. El problema de aprender por la<br />
experiencia es que el costo de adquirirla puede resultar demasiado elevado. Al<br />
principio de una nueva etapa histórica los pueblos y sus líderes tienen<br />
usualmente numerosas opciones y alternativas para la acción creadora, pero un<br />
conocimiento escaso que pueda servir de base sólida a la toma de decisiones.<br />
Cuando ese conocimiento se adquiere, desafortunadamente, ya las opciones se<br />
han reducido -con el paso <strong>del</strong> tiempo y el impacto acumulativo de las<br />
escogencias ya implementadas- y así también se reduce la posible repercusión<br />
de las nuevas decisiones. Un ejemplo revelador -que será comentado<br />
posteriormente- lo ofrece la evolución de la política económica <strong>del</strong> Estado<br />
venezolano durante la pasada década: de las innumerables alternativas que se<br />
nos presentaron a mediados de los años 70 las más ambiciosas y<br />
desproporcionadas. Cuando sus efectos dañinos se hicieron patentes, ya era<br />
tarde para rectificar a fondo. De allí que la comprensión <strong>del</strong> pasado histórico<br />
debe generar conocimiento que podamos emplear ahora en el apuntalamiento<br />
de nuestras libertades, pues aun nos resta algo de tiempo y capacidad para<br />
decidir.<br />
3 Edward. H. Carr,What is history? Penguin,Harmondsworth, 1964,p.132