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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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corto-tiempo, y que es un proceso que exige afrontar todos los problemas a la<br />

vez, sin un claro sentido de las prioridades. Por último, el tercer supuesto<br />

implícito de las concepciones mencionadas era que el Estado venezolano,<br />

además de principal promotor <strong>del</strong> desarrollo, debía convertirse también en<br />

Estado benefactor desde el propio comienzo de su gestión, pues la población<br />

pedía una pronta y eficaz solución a sus problemas y esto exigía que el Estado<br />

le diese satisfacción efectiva a todas sus demandas. Dicho en otros términos, el<br />

Estado benefactor no sería en nuestro caso el producto de un largo y exigente<br />

proceso de creación de riqueza a través <strong>del</strong> trabajo, el ahorro, y la innovación<br />

administrativa y técnica, sino un lujo a ser disfrutado de gratis, gracias al<br />

petróleo. Eso sí, según lo expresaba Betancourt, sería necesaria “la<br />

redistribución de la renta nacional‘ (7) , pero sin detenerse a explicar en qué<br />

consistiría exactamente ese objetivo.<br />

Desde luego, al enunciar tales propósitos el liderazgo democrático nacional<br />

asumía que la planificación centralizada, la sustitución de importaciones, la<br />

reforma agraria y el aumento <strong>del</strong> gasto corriente en todos los campos y a todos<br />

los niveles de la economía eran instrumentos plenamente idóneos para<br />

materializar el tan ansiado desarrollo. Si bien existían algunas dudas sobre la<br />

sabiduría de acometer una misión tan exigente, generando tan elevadas<br />

expectativas, sobre la base <strong>del</strong> excedente petrolero, los cuestionamientos<br />

iniciales de ninguna manera frenaron el ímpetu de nuestra dirigencia, ni las<br />

ilusiones de la gente. Betancourt advertía, en relación a la “sustitución de<br />

importaciones”, que no se debía “tender en tomo al país una especie de muralla<br />

china”, (8) para proteger la incipiente y costosa industria nacional, olvidando, sin<br />

embargo, que eso, y no otra cosa, es lo que requiere tal “sustitución y lo que le<br />

había condenado con anterioridad al fracaso en otras naciones latinoamericanas<br />

que la ensayaron. Lo que se perdía de vista era que la síntesis de todo el<br />

conjunto de proposiciones económico-políticas en que se basaba el proyecto<br />

nacional elaborado en esos años, no iba más allá de la típica receta populista<br />

experimentada sin éxito durante las décadas <strong>del</strong> 40 y 50 en América <strong>La</strong>tina.<br />

Una élite política con concepciones diferentes habría intentado represar las<br />

expectativas de la población, concentrándose en la creación de un marco<br />

institucional adecuado para el crecimiento equilibrado de una economía mixta,<br />

sin avasallante predominio estatal. Hay que tomar en cuenta, no obstante, que<br />

en las condiciones de la época, y ante la insurgencia de la izquierda<br />

revolucionaria, la tentación populista era en extremo difícil de resistir<br />

políticamente, lo cual contribuyó aún más a acentuar las tendencias implícitas<br />

en la ideología predominante dentro de nuestros principales partidos.<br />

Aun una persona de la estatura intelectual de Arturo Uslar Pietri, quien -<br />

cuando participó en la política práctica- ha sido una de las figuras más ajenas a<br />

la mitología populista en Venezuela, sucumbió sin embargo, en más de una<br />

ocasión, ante el espejismo de un desarrollo sin austeridad y a corto plazo.<br />

______________<br />

(7) Ibid.<br />

(8) Ibid, p. 275.

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