La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero
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confusas, satisfaciendo tal vez las aspiraciones de algunos sectores, pero al<br />
mismo tiempo obstaculizando el funcionamiento <strong>del</strong> sistema de mercado. <strong>La</strong><br />
ausencia de reglas claras y generales para la acción <strong>del</strong> gobierno conduce a su<br />
vez a la erosión en la mente de los ciudadanos <strong>del</strong> respeto por las reglas<br />
existentes... Los ingresos, como resultado, terminarán siendo asignados no en<br />
base al valor efectivo de lo que las industrias y abastecedores aportan a los<br />
consumidores, sino en relación al poder y la habilidad de diferentes grupos para<br />
convencer al gobierno de que ‘merece’ tratamiento, preferencial. Ello a su vez<br />
puede no estar fundamentado en factores que puedan ser calificados como<br />
verdaderamente meritorios sino tan sólo en la influencia política <strong>del</strong> grupo o<br />
individuo en cuestión, y en las repercusiones negativas para el gobierno si éste<br />
rechaza tales demandas y no acepta apaciguar a determinado sector o persona<br />
en particular”. (15) Ejemplos ilustrativos de tal tipo de situación sobran en<br />
Venezuela.<br />
Mas la versión populista <strong>del</strong> igualitarismo no se detiene en el ámbito<br />
nacional, sino que se extiende al plano internacional, creando la oscura,<br />
endeble, confusa pero extremadamente extendida ideología tercermundista,<br />
que a su vez sostiene las propuestas de un Nuevo Orden Económico<br />
Internacional. <strong>La</strong> relevancia <strong>del</strong> tema y la enredada maraña intelectual que le<br />
rodea ameritan un tratamiento detenido, que realizaré en otras secciones de<br />
este libro. (16) Por ahora basta señalar que, dadas las enormes diferencias entre<br />
los distintos pueblos <strong>del</strong> globo en cuanto a sus motivaciones, actitudes,<br />
aptitudes, tradiciones, creencias, objetivos y maneras de organizarse<br />
políticamente, el propósito de igualar sus standards de vida a través de una<br />
acción internacional basada en la imposición de un centro dirigente y no en los<br />
mecanismos de mercado y el comercio exigiría -para ser de verdad eficaz- un<br />
gobierno mundial con poderes prácticamente totalitarios, el cual -en vista de los<br />
cada vez más ambiciosos programas de los profetas <strong>del</strong> Nuevo Orden -sería aún<br />
más opresivo que los gobiernos ya existentes en numerosas naciones <strong>del</strong> Tercer<br />
Mundo.<br />
En relación a este tema, así como en lo que respecta a la justicia social,<br />
a nivel interno, buen número de políticos y comentaristas tienden no sólo a<br />
confundir la realidad con la retórica, sino también a mezclar la inquietud moral -<br />
a veces de origen religioso- ante los problemas que afectan las vidas de<br />
muchos de nuestros semejantes con el análisis racional de la política y la<br />
economía. Mi punto no es que ética y política sean incompatibles; al contrario,<br />
he venido hasta ahora argumentando que la política sólo encuentra sentido si<br />
se asume en función de un conjunto de valores más allá de la lucha por el<br />
poder. Mi punto, más bien, es que no es razonable ni sensato admitir que la<br />
preocupación moral es una excusa para la imprecisión conceptual, o que los<br />
sueños utópicos deben prevalecer sobre los argumentos y la discusión racional<br />
acerca de los factores que hacen posible una sociedad de hombres libres.<br />
______________<br />
15. Butler, pp. 95-96 (énfasis A.R)<br />
16. Véanse los capítulos 8 y 11 de este libro