La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero
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No obstante, la experiencia latinoamericana también indica que el<br />
autoritarismo militar está lejos de ser una salida ante los serios desvaríos de<br />
nuestras sociedades, y que la idea de que una mano dura que aplaste las<br />
libertades sería útil para impulsar el progreso de nuestros pueblos hasta que<br />
éstos maduren es un mito.<br />
Los líderes militares que asumieron el poder en los años 60 y 70 en<br />
varios países de nuestro continente estaban inicialmente convencidos de que<br />
lograrían el desarrollo y la seguridad, superando la ineficiencia y corrupción de<br />
los gobiernos civiles. <strong>La</strong> realidad ha sido otra, y hoy vemos a las Fuerzas<br />
Armadas de esas naciones haciendo penosos esfuerzos para retirarse <strong>del</strong><br />
terreno político, dejando un rastro de opresión, desencanto, divisiones internas,<br />
odio popular y decadencia nacional. Los avances realizados en algunos casos -<br />
por ejemplo, en el campo económico, en Brasil-, requirieron enormes e<br />
irreparables costos sociales y políticos que hubiese sido preferible evitar. Tal<br />
vez el caso más patético, junto al de Chile, (31) lo proporcionó la tragedia<br />
Argentina, que llegó a su culminación con el fracaso militar en las islas Malvinas<br />
en 1982. Allí se revelé plenamente la bancarrota moral, política y económica de<br />
un mo<strong>del</strong>o de gobierno para <strong>La</strong>tinoamérica inaugurado en los años 60, basado<br />
en el control dictatorial <strong>del</strong> poder por parte de la institución militar y sus<br />
colaboradores civiles en función de las doctrinas de seguridad nacional de corte<br />
autoritario extendidas desde entonces a través <strong>del</strong> continente.<br />
Digo revelación de un fracaso, y no descubrimiento, porque el desastre a que<br />
estos regímenes habían llevado a Brasil, Chile, Uruguay y otros países <strong>del</strong> área<br />
era bastante obvio desde hace varios años. Sin embargo, de no haber sido por<br />
la sacudida que experimentó la sociedad argentina, y en particular el sector<br />
militar, a raíz <strong>del</strong> incompetente y trágico intento de recuperar las islas Malvinas<br />
en 1982, es altamente probable que nada de lo que ahora estamos viendo se<br />
hubiese materializado, y que el régimen castrense hubiese proseguido su<br />
abismal camino de represión interna, caos financiero, corrupción generalizada y<br />
belicismo en política exterior. Una vez más en la historia de América <strong>La</strong>tina han<br />
sido factores externos los que han llevado a una sociedad a enfrentarse a sí<br />
misma de manera franca y con valentía, a dejar de lado mitos y pedir una clara<br />
rendición de cuentas de parte de sus líderes.<br />
Sería trágico, no obstante, que la confrontación que necesaria e<br />
inevitablemente deben hacerlos argentinos, y otros pueblos <strong>del</strong> continente,<br />
consigo mismos, con su propio ser nacional, se plantease puramente en<br />
términos de civiles contra militares. Ello equivaldría a perder de vista que si<br />
bien las Fuerzas Armadas tienen una responsabilidad fundamental en la<br />
decadencia argentina, no son los militares los únicos culpables de la catástrofe,<br />
y además, no todos los miembros de la institución armada pueden ser<br />
acusados, en bloque, por lo ocurrido. Lo que se ha derrumbado, insisto, es un<br />
mo<strong>del</strong>o político que en todas partes donde se aplicó contó con respaldo de<br />
importantes grupos civiles, sin los cuales ninguna institución militar, por<br />
(31) Sobre las consecuencias <strong>del</strong> mando militar en Chile durante el período posterior al<br />
derrocamiento de Salvador Allende, véase, Chile: The Pinochet Decade, <strong>La</strong>tin American Bureau,<br />
London, 1983