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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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Los socialistas democráticos venezolanos constantemente declaran que<br />

su mo<strong>del</strong>o económico estará basado en criterios autogestionarios sin explicar<br />

jamás con precisión qué entienden por ello. Esto, sin embargo, no es nada<br />

nuevo. En Yugoslavia, luego de la ruptura con la URSS, el Partido Comunista<br />

promovió la auto gestión como un método alternativo al mo<strong>del</strong>o soviético. Se<br />

esperaba que estas empresas autogestionarias se comportasen como una<br />

especie de empresarios colectivos; no obstante, el experimento fracasó<br />

gravemente-y la situación económica en Yugoslavia es tan mala como en el<br />

resto de Europa Oriental. <strong>La</strong> dificultad crucial, está en que los trabajadores en<br />

las fábricas simplemente no se interesan en colocar el capital donde éste pueda<br />

ser más productivo. Para superar este obstáculo se han propuesto dos<br />

soluciones: en primer lugar, retomar a un sistema de inversión programada<br />

desde el centro gobernante, una opción que ya fracasó; en segundo lugar,<br />

motivar a los trabajadores (pero nadie sabe cómo, dadas las restricciones que<br />

impone el socialismo sobre la competitividad), para que éstos asuman el rol de<br />

empresarios que en el sistema autogestionario nadie lleva claramente a cabo.<br />

Esta última alternativa tampoco ha funcionado. (27)<br />

El problema se deriva de una ineludible realidad económica: el objetivo<br />

de una empresa es producir bienes que la gente desee adquirir, al más bajo<br />

precio posible y con el más económico uso de los recursos disponibles. Una vez<br />

que esto quede decidido, el problema de la gestión de la empresa se convierte<br />

en un asunto esencialmente técnico, referido ala cuestión de los medios<br />

necesarios para lograr el objetivo señalado. ‘<strong>La</strong> solución de esta tarea” -apunta<br />

Sirc- depende de una combinación de conocimiento, información, experiencia,<br />

talento natural, etc., y no de que la mayoría vote por ello o no. En tal sentido,<br />

la toma de decisiones en la empresa se asemeja más bien al trabajo de un<br />

ingeniero o un médico que a la labor de un político, la cual tiene que ver con<br />

juicios evaluativos acerca de lo que la gente quiere alcanzar. Por ello no existe<br />

mucho espacio para la democracia en la industria. (28) Además, las decisiones<br />

empresariales, en particular las que tienen que ver con nuevas inversiones, se<br />

toman bajo condiciones de incertidumbre, lo cual implica que se fundamentan<br />

en estimaciones subjetivas de desarrollos futuros en los terrenos de la demanda<br />

de bienes y servicios, la tecnología y el suministro de materias primas. Por lo<br />

tanto tales determinaciones requieren que se asuman riesgos, y esta cualidad<br />

especial de las decisiones empresariales las hace muy poco susceptibles a los<br />

mecanismos de control colectivo a través <strong>del</strong> voto. De estos experimentos lo<br />

que siempre ha emergido ha sido ineficiencia, anarquización en la producción y<br />

deterioro. En ello se pone en evidencia la tendencia de los socialistas<br />

democráticos a otorgar a la democracia una naturaleza cuasi-romántica e<br />

idealista, y su contraproducente propensión a trasladar los mecanismos<br />

democráticos a nivel nacional a instituciones con peculiaridades propias que<br />

exigen un tratamiento diferente, como son, entre otras, las empresas y las<br />

Universidades.<br />

_______________<br />

(27) Véase al respecto Ljubo Sirc, “Employee Participation and The Promotion of Employee<br />

Ownership”, en Agenda for Social Democracy, pp. 113-127<br />

(28) Ibid. p. 11

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