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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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Para ponerlo en otras palabras, los socialistas democráticos venezolanos<br />

persiguen algo que podríamos resumir con la frase de Leibniz sobre “el mejor<br />

de los mundos posibles”: una mezcla de socialismo con economía de mercado,<br />

de colectivismo con libertad, de estatismo con democracia. A veces resulta<br />

difícil tomar en serio estos pronunciamientos tan superficiales y poco rigurosos.<br />

Pero sería irresponsable caer en este juego en el que los slogans y los buenos<br />

deseos sustituyen la precisión conceptual. El socialismo es incompatible con la<br />

economía de mercado, y esta última no puede existir sin la Propiedad privada<br />

de los medios de producción. <strong>La</strong> implantación de un mo<strong>del</strong>o socialista de<br />

sociedad conlleva necesariamente (y esto nada tiene que ver con los errores,<br />

condicionamientos históricos y desviaciones que supuestamente han adulterado<br />

el socialismo real) la abolición de la propiedad privada y su sustitución por la<br />

propiedad colectiva, y la materialización de este objetivo siempre ha conducido,<br />

y seguramente conducirá donde el mismo sea ensayado, ala destrucción de la<br />

democracia y la libertad que conocemos. Por otra parte, esta democracia y<br />

libertad (burguesas) que son las únicas que existen -a pesar <strong>del</strong> intento<br />

socialista de restarles legitimidad llamándolas formales-, son consustanciales a<br />

una economía de mercado (capitalista). Es plenamente cierto que la economía<br />

de mercado puede coexistir, y de hecho esto ocurre con frecuencia en América<br />

<strong>La</strong>tina, conformas políticas autoritarias; pero tal real ¡dad en nada disminuye la<br />

validez <strong>del</strong> planteamiento de que sólo sobre la base de una economía de<br />

mercado puede levantarse la posibilidad de vigencia y supervivencia de una<br />

sociedad libre y democrática. Para insistir sobre un punto que ya he enfatizado<br />

previamente, una sociedad libre descansa sobre leyes y reglas generales a las<br />

cuales nos adherimos porque las mismas producen un orden que protege una<br />

esfera privada para el individuo; pero el hecho es que no sabemos exactamente<br />

cómo ocurre esto, pues la amplia y compleja sociedad de la que somos parte ha<br />

crecido sin que haya sido explícita y conscientemente diseñada para<br />

desarrollarse así, y porque los millones de individuos y eventos concretos que<br />

determinan ese resultado son también complejos e impredecibles. El socialismo,<br />

por otra parte, persigue un cierto tipo de orden en particular que exige de las<br />

personas actuar en función <strong>del</strong> establecimiento de un objetivo global específico;<br />

por lo tanto, los poderes <strong>del</strong> órgano de dirección central de la sociedad no<br />

deben ser limitados, pues sólo mediante coerción puede lograrse esa meta<br />

final, tal y como es definida por la utopía socialista. (13)<br />

Los socialistas, en ocasiones, tratan de defenderse ante el anterior<br />

señalamiento diciendo “que el proceso que constituye el socialismo tiene una<br />

dirección: la de la participación creciente de las mayorías organizadas en la<br />

adopción de las decisiones y en el control de la actividad de los dirigentes por<br />

ellos elegidos. Sin embargo es imposible dibujar la forma concreta de las<br />

situaciones que resulten de esos procesos. Por una simple razón: estos<br />

procesos incluyen inherentemente un elemento de impredectibilidad:<br />

______________<br />

(13) Butler. p. 33

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