La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero
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de esas libertades políticas y económicas un ingreso y un standard de vida<br />
mucho mayor <strong>del</strong> que podrían obtener en cualquier otro sistema. (21)<br />
Lo anterior, no obstante, no supone que los seres humanos deben tener<br />
libertad absoluta para hacer lo que quieran. Ya tuve ocasión de referirme a la<br />
paradoja de la libertad, al hecho de que, para existir, no puede ser irrestricta<br />
sino que debe estar <strong>del</strong>imitada por el contorno que crea en una sociedad<br />
civilizada un ordenamiento de leyes y reglas de comportamiento individual, que<br />
hacen posible la vida en común. Además, en una sociedad libre el Estado tiene<br />
el deber ético, por consideraciones de compasión y humanismo, y no de<br />
justicia, de corregir los efectos negativos que puedan tener sobre determinados<br />
individuos y grupos los inevitables desajustes <strong>del</strong> mercado económico. En este<br />
orden de ideas cabe aclarar lo siguiente: referirse al sistema de mercado como<br />
la concurrencia anárquica suena bien pero no explica nada. No afirmo, porque<br />
no sería cierto, que el sistema de mercado no presenta inestabilidades y<br />
desajustes que son realmente inevitables en cualquier situación humana donde<br />
exista libertad, sin embargo, sí creo que el mercado competitivo tiene de<br />
positivo que permite el aprendizaje y los ajustes correspondientes. “Lo que sí<br />
puede evitarse son las políticas económicas erráticas <strong>del</strong> Estado que impiden<br />
que la economía de mercado funcione a niveles razonables de estabilidad”. (22)<br />
Una vez comprendido esto, es necesario añadir que el Estado debe prevenir la<br />
realización de actividades negativas para el cuerpo social, y no ha de<br />
abstenerse de adoptar medidas, justificadas en cada caso y de acuerdo al<br />
ordenamiento legal, tendientes a la solución de problemas colectivos.<br />
<strong>La</strong> cuestión <strong>del</strong> control de la libertad económica por parte <strong>del</strong> Estado en<br />
una sociedad libre, y de qué magnitud de intervencionismo estatal se justifica<br />
en cuáles circunstancias, tienen que encontrar respuesta concreta de acuerdo a<br />
las condiciones de cada país democrático, las cuales por lo demás son<br />
cambiantes y no estáticas. Lo importante es que la intervención <strong>del</strong> Estado en<br />
la economía se produzca en función de corregir abusos, castigar la corrupción<br />
y, en lo posible, restaurar a un mejor nivel de funcionamiento el sistema de<br />
mercado, y no-como con frecuencia sucede en nuestro medio- para acentuar el<br />
poderío estatal, que a su vez es fuente de abusos y corrupción. En lo que se<br />
refiere a Venezuela, me parece obvio que no hemos padecido de un exceso de<br />
libertad económica, sino por el contrario de un abrumador y paralizante<br />
intervencionismo estatal. De hecho, en Venezuela, as! como en la inmensa<br />
mayoría de las naciones <strong>del</strong> Tercer Mundo, la economía de mercado no ha sido<br />
aún verdaderamente ensayada; lo que hemos tenido es una economía<br />
estatizada con estrechos espacios abiertos a la competencia y el despliegue de<br />
la iniciativa individual. Como resultado, nuestra confianza y dependencia <strong>del</strong><br />
Estado ha ido demasiado lejos, así como la denigración de los mecanismos de<br />
mercado, lo cual nos ha llevado a perder de vista la enorme importancia de la<br />
_______________<br />
21. Hayek, The Principles of a Liberal Social Order, p. 175<br />
22. Dubuc, Hay Salida, p.16