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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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desarrollo, pues esto último depende de la manera como esos fondos sean<br />

utilizados, y de sus repercusiones sobre los determinantes fundamentales <strong>del</strong><br />

progreso material, es decir, las actitudes, valores y aptitudes de la población, y<br />

la calidad y eficacia de las políticas públicas. <strong>La</strong> verdad, aunque a algunos<br />

teóricos de la dependencia les moleste, es que los frutos <strong>del</strong> desarrollo no se<br />

pueden obtener de gratis, y que sólo si los habitantes de buen número de<br />

países en Asia, África y América <strong>La</strong>tina, así como sus dirigentes, generan las<br />

condiciones básicas <strong>del</strong> desarrollo podrán avanzar con paso firme en un camino<br />

de creciente progreso material. (27)<br />

En tal sentido, deseo precisar dos cosas. De un lado, como sostuve<br />

previamente, creo que hay ocasiones concretas en que la ayuda exterior de los<br />

más avanzados a los más débiles se justifica, sobre todo si se trata de ayuda<br />

humanitaria en casos de tragedias producidas por la naturaleza o errores<br />

humanos. No obstante, aún aquí es importante que existan controles firmes<br />

sobre el uso que se da a esa ayuda, para que no se repitan fiascos como el que<br />

por ejemplo ocurrió a Venezuela -y otras naciones- a raíz <strong>del</strong> terremoto que<br />

devastó Nicaragua hace algunos años, cuando gran parte de los fondos<br />

destinados a socorrer a las víctimas terminaron en cuentas bancarias en poder<br />

de Somoza y sus secuaces. En la medida de lo posible, la ayuda exterior al<br />

mundo en desarrolló debería canalizarse de gobierno a gobierno, y estar sujeta<br />

a condiciones precisas, en lugar de fluir a través de organismos multinacionales<br />

que usualmente carecen de la voluntad para seguir el rastro <strong>del</strong> uso -a veces<br />

catastrófico- que se hace de esas donaciones. Por otro lado, y en segundo<br />

lugar, deseo dejar claro que en estas páginas he procurado -con lenguaje<br />

directo y sin eufemismos contrarrestar una mitología ideológica que es<br />

comúnmente aceptada por nuestra élite política y hacedores de opinión en<br />

Venezuela, y que a mi modo de ver adolece de graves fallas teóricas y produce<br />

nefastas consecuencias políticas. Mi propósito ha sido corregir lo que veo como<br />

un desequilibrio en la balanza <strong>del</strong> análisis sobre los orígenes de nuestras<br />

dificultades económicas y políticas, de nuestras posibilidades de superarlas y de<br />

los caminos que debemos tomar para lograr tal objetivo. No obstante, de<br />

ninguna manera pierdo de vista que los países <strong>del</strong> Norte industrializado -y en<br />

particular Estados Unidos respecto a América <strong>La</strong>tina- con reiterada frecuencia<br />

han actuado y actúan en forma negativa para nuestros intereses de libertad y<br />

progreso, y que, en ocasiones, sus acciones u omisiones acentúan seriamente<br />

nuestras dificultades en los terrenos político y económico, acerca de lo cual<br />

tendré oportunidad de extenderme más a<strong>del</strong>ante. (28) Sin embargo, insisto, la<br />

importancia de los factores externos en nuestros problemas ha sido inflada y<br />

_____________<br />

(27) Véase la Tercera Parte de este trabajo.<br />

(28) Véase Bauer, Reality and Rhetoric, pp. 23, 27

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