La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero
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que la libertad ciudadana y la democracia, aunque compatibles, no son lo<br />
mismo, pues si un sistema democrático otorga poderes ¡limitados a la mayoría,<br />
el resultado sería la opresión totalitaria de los demás, y por lo tanto el fin de la<br />
libertad. En consecuencia, los resultados electorales no deben interpretarse en<br />
ninguna circunstancia como una certificación autoritaria a favor <strong>del</strong> partido<br />
victorioso y sus programas, pues ello implicaría el riesgo de que ese partido<br />
adoptase medidas exclusivistas para beneficiar a los sectores que lo apoyan o<br />
tratase de imponer por la fuerza sus preferencias al resto de la sociedad. <strong>La</strong><br />
noción liberal de la democracia exige que el gobierno actúe de acuerdo a<br />
principios generales, y no para beneficio exclusivo de un grupo o sector en<br />
particular. Por lo tanto, una sociedad libre no es aquélla que carece de leyes, o<br />
reglas, o poderes gubernamentales, sino aquélla en la cual el gobierno mismo<br />
está limitado por leyes que se encuentran por encima de su potestad. Si bien la<br />
institución de la voluntad mayoritaria en lo que respecta a un país es altamente<br />
laudable, no hay que perder de vista que debe ser controlada para que no<br />
degenere en tiranía. En síntesis, en una sociedad democrática y libre las<br />
funciones coercitivas <strong>del</strong> gobierno deben limitarse a hacer cumplir leyes y<br />
normas de comportamiento justo entre los ciudadanos.<br />
Como lo plantea Hayek, el “concepto central” de la perspectiva liberal sobre la<br />
sociedad sostiene que bajo un marco de leyes y reglas generales que protejan<br />
una reconocible esfera privada para la actividad de los individuos, se<br />
desarrollará un “orden espontáneo” de actividades humanas mucho más<br />
complejo y dinámico <strong>del</strong> que podría crearse <strong>del</strong>iberadamente, y en<br />
consecuencia la acción coactiva <strong>del</strong> gobierno debe concentrarse en hacer<br />
cumplir esas reglas, sin perjuicio de otros servicios que pueda al mismo tiempo<br />
realizar con los recursos que hayan sido puestos a su disposición para tales<br />
propósitos. (9) Este tipo de orden espontáneo (como, por ejemplo, el mercado<br />
económico) puede ser usado para muy diversos fines individuales, a veces<br />
divergentes y hasta conflictivos. En contraste con lo que Hayek denomina una<br />
organización (por ejemplo, los partidos políticos o la institución militar), que es<br />
creada <strong>del</strong>iberadamente, con jerarquías y fines prefijados, un orden espontáneo<br />
no requiere sustentarse sobre un acuerdo acerca de los resultados concretos<br />
que debe producir; no obstante, tal tipo de orden, que no descansa en<br />
objetivos comunes sino en la noción de reciprocidad, es capaz de reconciliar los<br />
distintos fines de los participantes para su beneficio mutuo. <strong>La</strong> importancia de<br />
este tipo de orden y de la libertad que proporciona reside en el hecho de que -<br />
como ocurre en la economía de mercado y al contrario de las economías<br />
centralizadas-, extiende la posibilidad de la coexistencia pacífica de los<br />
individuos para su mutuo beneficio mucho más allá de los pequeños grupos<br />
cuyos miembros tienen propósitos comunes concretos, o están sujetos a una<br />
voluntad superior que les dirige. <strong>La</strong> idea de una sociedad abierta y libre es<br />
inconcebible sin la existencia de estos órdenes espontáneos en economía y en<br />
política donde es la base de la libertad de crítica.<br />
__________________<br />
(9)F. A. Hayek, “The Principles of Liberal Social Order’, en Studies in Philosophy, Politics and<br />
Economics, Routledge & Kegan Paul, London, 1967, pp. 162-163