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La miseria del populismo (1986) - Aníbal Romero

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En Angostura, el Libertador había sugerido la creación <strong>del</strong> Poder Moral con el<br />

propósito “de regenerar el carácter y las costumbres que la tiranía nos ha<br />

dado”, (32) y al respecto comentaba a White lo siguiente: Yo tengo muy poca<br />

confianza en la moral de nuestros conciudadanos, y sin moral republicana, no<br />

puede haber gobierno libre. Para afirmar esta moral, he inventado un cuarto<br />

poder que críe a los hombres en la virtud y los mantenga en ella”. (33) Sin<br />

embargo esta institución jamás llegó a materializarse ni a cumplir el elevado<br />

papel que Bolívar quiso otorgarle. Algo muy semejante ocurrió con la<br />

Constitución de Bolivia, que el Libertador aspiraba fuese adoptada, aunque con<br />

leves variaciones, por otros países <strong>del</strong> área: su duración fue muy limitada, su<br />

existencia azarosa, y su impacto concreto muy distante de satisfacer las<br />

exaltadas expectativas de Bolívar. (<strong>La</strong> Constitución de Bolivia sobrevivió en ese<br />

país sólo dos años; en el Perú, donde también se adoptó, duró aún menos<br />

tiempo, y en ningún otro país hispanoamericano tuvo vigencia alguna). No<br />

obstante, el Libertador afirmaba a Santander el 8 de agosto de 1826 que “ante<br />

la crisis política imperante no encuentro otro modo de conciliarlas voluntades y<br />

los intereses encontrados de nuestros conciudadanos que el presentar a<br />

Colombia la Constitución Boliviana, porque ella reúne a los encantos de la<br />

federación, la fuerza <strong>del</strong> centralismo; a la libertad <strong>del</strong> pueblo, la energía <strong>del</strong><br />

gobierno; y, en fin, a mi modo de ver las cosas, yo que las peso en mi corazón,<br />

no encuentro otro arbitrio de conciliación que la constitución boliviana, la que<br />

contemplo como la arca donde únicamente podemos salvar la gloria de quince<br />

años de victorias y desastres, y, últimamente, yo presentaré a Colombia esta<br />

medida de salvación como mi último pensamiento”. (34)<br />

Este dilema en el pensamiento político de Bolívar entre una tendencia<br />

hondamente realista, que percibía las limitaciones impuestas por el entorno<br />

físico y la ausencia de un basamento cívico sobre los intentos de crear un orden<br />

estable, y, por otra parte, una tendencia idealista que confiaba en exceso en<br />

sus proyectos institucionales, sólo puede explicarse por la voluntad creadora de<br />

un hombre que entendía la misión arquitectónica de la política, y asumía<br />

responsablemente la tarea de estadista. Si bien Bolívar entendía las raíces<br />

profundas de la anarquía sociopolítica hispanoamericana, tenía forzosamente<br />

que responder ante el desafío pues a ello lo llevaba su elevada conciencia de la<br />

responsabilidad <strong>del</strong> líder. Un camino relativamente fácil y expedito de constituir<br />

alguna semblanza de orden habría sido el autoritarismo, pero para Bolívar el<br />

poder y la existencia política sólo tenían sentido como medios en un contexto<br />

de valores: de legalidad, respeto a los derechos ciudadanos, y legitimidad <strong>del</strong><br />

mando. Por eso dijo a Pedro Gual el 16 de setiembre de 1821: “<strong>La</strong> historia dirá:<br />

Bolívar tomó el mando para libertar a sus conciudadanos, y cuando fueron<br />

libres, los dejó para que se gobernaran por leyes, y no por su voluntad”. (35)<br />

(32) Vol. 2, p. 1151<br />

(33) Vol. 1, pp. 442-443<br />

(34) Ibid., p. 1416<br />

(35) Ibid., p. 590

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