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ARTURO BORDA<br />

Compañeros, ésta es la última verdad. Mientras haya<br />

hombres que amontonan oro y más oro ya sea para enterrarlo<br />

o dilapidar en placeres, existirán millones de hombres<br />

que por falta de un mendrugo mueren de necesidad.<br />

Tal es nuestra campaña incesante hasta que triunfemos<br />

ahora o dentro de mil siglos. Hasta entonces, camaradas<br />

de infortunio, y entendedlo muy bien, no hay más<br />

liberales ni constitucionalistas, ni blancos ni negros, ni<br />

aristócratas ni demócratas, ni republicanos o realistas, ni<br />

radicales o moderados, ni ateos o creyentes; solamente existe<br />

el trabajador explotado —Proletario— y el patrón explotador<br />

—Capitalista.—<br />

Además, tened presente que el que en la existencia<br />

no tiene nada más que lacerias como única herencia, es<br />

decir, por toda esperanza las angustias del hambre, prácticamente<br />

tal individuo no tiene nada que temer en la<br />

muerte, la que por lo contrario debe ser su gran esperanza<br />

de liberación en la paz absoluta o en una existencia mejor,<br />

según sus creencias. Desapareciendo el miedo a la<br />

muerte, su empuje en la conquista de la felicidad en la vida<br />

tiene que ser, pues, resuelta y violenta. En cambio, el<br />

propietario, el capitalista, nuestro enemigo, ya por avaro o<br />

por sibarita, por miedo de perder su oro y los goces que<br />

le proporciona, tiembla de horror ante la simple idea de la<br />

muerte, tanto como tiembla al pensar que puede perder<br />

en vida su fortuna, o lo que es lo mismo, la garantía y fomento<br />

de su ociosidad y sus vicios y la impunidad de sus<br />

delincuencias.<br />

Cada menesteroso, cada asalariado, tenga firme<br />

convicción que posee esa invencible superioridad. Y si no buscad<br />

un solo millonario en el ejército, en las minas, en fin,<br />

allá donde el peligro es constante; sólo encontraréis luchando<br />

cara a cara con la muerte al misérrimo asalariado,<br />

arañando en la muerte misma su pan diario.<br />

Y ahora cada uno vaya a propalar nuestras ideas en<br />

todo tiempo y en todo lugar, estas nuestras ideas, hasta que<br />

nuestros derechos sean la conciencia invencible, y no por<br />

mera fe, sino que por la experiencia a conciencia que cada<br />

cual la recoge diariamente.<br />

— 1084 —

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