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DESCARGAR TOMO-3.pdf - Cinosargo

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ARTURO BORDA<br />

Y queriendo formar un concepto claro de tales ideas<br />

sin forma, siento el distinto golpear de mi corazón,<br />

oyendo el zumbido de mi cráneo.<br />

El espacio gravita y me voy durmiendo.<br />

VII<br />

Y, a medida que se despejaba la niebla, noté que me<br />

hallaba en la pedregosa ceja del alto monte, bajo un cielo<br />

tenebroso, contemplando la inmensa soledad de la pampa,<br />

limitada al fondo por la enorme cordillera. Hacia el Oriente<br />

contemplaba lo fragoroso de la sierra; La Paz en la quebrada<br />

y su cementerio a mis pies.<br />

En lontananzas emergió una tempestuosa aglomeración<br />

de cúmulos que avanzaban entre cárdenos y negros<br />

resplandores, arrastrándose sobre las altas cumbres. Los<br />

vientos soplaban veloces y con furia, como lebreles desgalgados<br />

que levantando polvareda iban llanos y quiebras,<br />

trasmontando cimas, entre silbatinas y voceríos.<br />

A medida que llegaba la tormenta, el estruendo<br />

acrecía cual si fuese en la roca el choque de millares de<br />

cascos de bridones desbocados, batiendo al aire la crin y<br />

cortando el huracán, o como el bramar de los leones<br />

hambrientos y acosados en sus cavernas o ya a manera del<br />

traqueteo de enormes locomotoras rodando en graníticas<br />

gargantas.<br />

Tal llegó la tempestad, sacudiendo en vastas ondulaciones<br />

el éter y la tierra.<br />

UNA VOZ (saliendo de la tormenta)<br />

En tus ayeres ya sentiste el acerbo del amor; ahora<br />

atiende a la Verdad agria y brusca. Soy la Vida.<br />

Debemos cruzar innúmeros universos. Deslígate pues<br />

de tu cuerpo, para que con mayor velocidad que tu pensamiento<br />

atravecemos espacios y tiempos.<br />

Y desvaneciéndome al instante comencé a elevarme<br />

sobre el Orbe. La tierra era ya apenas una imperceptible<br />

lucecilla extraviada en la visión del infinito.<br />

— 1356 —

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