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EL LOCO<br />

Una tarde en que estaba más dejado y entré a casa<br />

maquinalmente, tanto que me sorprendió el hallarme<br />

en ella, oí de modo tan raro y seductor aquel<br />

zumbido, que se me ocurrió averiguar lo que era. Me<br />

allegué a la puerta de donde procedía.<br />

Un señor que salía ese momento me invitó a<br />

pasar a la pieza. La invitación llegaba tan a tiempo que<br />

accedí inmediatamente.<br />

Era una imprenta en la que se editaba un<br />

periódico redactado y sostenido, según supe, por la<br />

juventud más entusiasta por su ideal. Me informaron de<br />

todas las peripecias que pasó el diario, que se llamaba El<br />

Rebelde, nombre que por cierto me llamó la atención.<br />

Con tal motivo me di a pensar en las condiciones del<br />

medio ambiente que esgrimía tal nombre para un diario:<br />

Y aquí se me presentó por millonésima vez la ley de las<br />

oposiciones: pues en un pueblo en que la libertad es<br />

libertad a nadie se le ocurriría semejante nombre. Un<br />

periódico titulado El Rebelde acusa la evidencia de que<br />

el pueb ] o se halla oprimido, así como el tirano es la<br />

delación del esclavo. El Rebelde es la sanción para la<br />

historia de algunos días.<br />

Inmediatamente, sacudiendo la cabeza me puse a<br />

pasear todas las reparticiones. Había que ver cómo los<br />

muchachos trabajaban metiendo tal bulla, embebidos en<br />

sus pensamientos: cantos, silbos y carcajadas, y<br />

soliloquios, mientras que otros discutían igual a en una<br />

merienda de negros. Cualquiera hubiese creído,<br />

mirándolos, hallarse en medio de una trifulca; pues<br />

todos hablaban a voz en grito. Parecía que nadie se<br />

entendía ni a sí mismo, incluso los alegres cajistas que<br />

también a su vez eran escritores de la página obrera<br />

dominical, con asuntos sociales; sin embargo, todos iban<br />

armónicamente en lo fundamental, de donde en medio de<br />

la diversidad de tópicos se veía lo homogéneo.<br />

Después de algún tiempo me di cuenta de que el<br />

moscardoneo que se oía desde mi habitación procedía<br />

de las máquinas de escribir. Entonces me. entró una<br />

tristeza tan profunda, que quise volver a ser muchacho,<br />

para vivir<br />

— 1199 —

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