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ARTURO BORDA<br />

rror al pueblo a la esclavitud, siendo que Colón pretendía<br />

conquistarlo con amor. El cacique Guacanagari relata al<br />

genovés la ingratitud de los españoles. Colón se conduele<br />

por aquel pueblo del que dijo: —Tan pródiga es allí la<br />

naturaleza que la propiedad no ha engendrado el<br />

sentimiento de la avaricia o de la ambición. Diríase que<br />

aquellos hombres viven en la edad de oro, felices y<br />

tranquilos en jardines abiertos y sin linderos. Sin leyes, sin<br />

libros, sin jueces, obran recíprocamente con lealtad,<br />

considerando malvado al que goza en hacer daño. Este<br />

horror del bueno al malo parece ser toda su legislación.—<br />

Luego se va a otro punto y funda la ciudad de Isabela,<br />

la primera colonia; y manda barcos a España, pidiendo<br />

más gente y útiles para propagar la ciencia y el arte;<br />

pero sus emisarios todo lo que hicieron fue calumniarlo,<br />

mientras se mataba él recorriendo la comarca, conquistando<br />

corazones con su infinita bondad, por lo que más tarde<br />

agoniza largamente el buen viejo, pero al volver en sí halla<br />

ya a su lado a su hermano Bartolomé, quien había llegado<br />

en esos días y se hace cargo del gobierno.<br />

Entre tanto el pérfido Ojeda, noble paje que por gracejo<br />

danza sobre el abismo en la Giralda, traiciona y asesina vilmente<br />

a los indefensos caciques, a aquellos que le<br />

daban oro, tierras y mujeres, y todo porque no hallase el<br />

oro en las cantidades que su ciega ambición soñara. Por<br />

ello los lugareños, justamente ofendidos van a la represalia.<br />

Colón es pues obligado a ser guerrero y pacificador<br />

magnánimo; pero por eso mismo sus enemigos, españoles<br />

envidiosos, lo calumnian ante Isabel y Fernando, hasta tal<br />

punto que la Corona cree y envía un juez bellaco, de nombre<br />

Aguado, quien le instruye un infame proceso, sugestionado<br />

por los calumniadores, y desposee de sus legítimas<br />

preeminencias al Descubridor. En eso el oficial Miguel<br />

Díaz, que mata por las mismas causas a un compañero, huye<br />

al bosque, donde se enamora de una hermosa viuda de<br />

cacique, con quien contrae matrimonio. Y esa Reina americana<br />

corona inocentemente al español Díaz. Luego, viendo la soberana<br />

la pasión de Miguel por el oro, le descubre,<br />

aun más inocentemente, el secreto de sus tesoros, el cual<br />

era un lavadero en un torrente. Entonces huye Díaz a la<br />

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