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ARTURO BORDA<br />

con los intereses del patrón, es decir, del que por eso<br />

mismo arroja el salario a guisa de hueso al perro.<br />

Pero es de verlos cuando esos infelices llegan a sus<br />

casas: se vuelven energúmenos, vociferando tanto que<br />

son el terror de su familia: la señora y los niños tienen<br />

que arrinconarse temblando; la servidumbre se pone<br />

turulata, andando de puntillas; el perro se acurruca en<br />

su caseta y el gatito ha ido a esconderse debajo del<br />

catre, mientras que nuestro tipo, imaginando haber<br />

altercado como un hombre con su amo, siente rebelarse<br />

en sí toda su dignidad humillada, y, satisfecho de haberse<br />

redimido, in mente, pasea de largo a largo a grandes<br />

trancazos. Mas, si para su mal se ve obligado a salir a la<br />

calle, no anda, corre como un criminal, huyendo el bulto a<br />

todo individuo independiente, a todo hombre libre, a<br />

quien no se atreve a saludarlo, menos a mirarlo, porque<br />

eso podría saberlo el patrón, alguien puede decírselo,<br />

acaso su mejor amigo. Así que está en peligro de perder<br />

su colocación. Y esa una idea que le recorre en calofrío<br />

todo el cuerpo, toda vez que supone imposible poder<br />

trabajar en ninguna otra esfera de actividad. Ha saltado a<br />

flor de conciencia toda su cobardía e ineptitud. Y eso a<br />

que se hubo acostumbrado tanto, ese su sueldo fijo,<br />

trabaje o no, le hace llorar al pensar solamente que de un<br />

momento a otro puede perderlo, todo por haber saludado a<br />

un rebelde, por haberle mirado a un amigo a quien quizá<br />

le debe muchos favores.<br />

Entre tanto, el rebelde, el agitador, el<br />

independiente, el reprobo, el maldito, se está matando, de<br />

risa, en silencio, al ver las trazas de idiota y cobarde que<br />

lleva el infeliz que, para mayor vergüenza, es un burgués<br />

que por no gastar las rentas del capital de su mujer, finge<br />

ser proletario, él, que ojeando al rebelde simula no<br />

haberlo visto y huye escondiéndose de todos, cual si el<br />

mundo entero estuviese espiándole para delatarlo, para<br />

perderlo exclusivamente a él. Así el hecho que en el<br />

hombre constituye la primera forma del cadáver; y<br />

cuando el espíritu ha llegado a ese estado de anulación,<br />

las reacciones sólo pueden dar déspotas o tiranos, a guisa<br />

de revancha de su esclavitud anterior. Y si esos hombres<br />

son los maestros, pobres alumnos.<br />

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