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DESCARGAR TOMO-3.pdf - Cinosargo

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El día no tenía nada de particular. Ni una nube.<br />

El sol quemaba cual si fuese con alfilerazos, en medio de<br />

un silencio sepulcral.<br />

Entre el pueblo y ese alto tribunal fueron desfilando<br />

miles de gentes, presentando sus obras. Yo estaba casi<br />

petrificado, temblando interiormente, ciego y sordo a todo,<br />

pensando sólo en las cuartillas que llevaba, queriendo<br />

corregirlas a la desesperada, a pesar de que ya no había<br />

tiempo, porque en ese mismo momento se levantó el Inca<br />

Atahuallpa, diciendo con grande voz: —Loco, ahora tú.—<br />

Maquinalmente avancé hasta frente al tribunal, pretendiendo<br />

eludirme, atento a mi voz que en aquel silencio sonaba<br />

cascajosamente. Entonces don Pedro Domingo Murillo,<br />

habló así: —Vamos a ver, Loco. ¿Qué es lo útil que hiciste<br />

para la patria?— Y comencé a considerar que yo<br />

no he hecho nada más que disparates, según la opinión<br />

general, lo cual a fuerza de repetición ha llegado a<br />

formar en mí una verdadera conciencia, claro que con su<br />

consiguiente sedimento de tristeza; por lo que repliqué:<br />

—Nada: todo lo que hice carece de valor y hasta es un<br />

inconveniente para todos.— Entonces Washington dijo:<br />

—Eso no importa, Loco; es a nosotros a quienes<br />

corresponde ver qué es lo que hay de útil permanente<br />

para la patria en la labor de cada cual. A ver: ¿qué llevas<br />

ahí?— E inmediatamente San Martín insistió en esta<br />

forma: —Así es la verdad, Loco. Nosotros somos el<br />

espíritu de las Américas libres; de manera que quieras<br />

que no tenemos que ver qué es lo que ha construido cada<br />

ciudadano para el bien y la gloria de nuestras tierras. Sí.<br />

Lee. Lee.—<br />

Entonces e inútilmente quise resistir aún: todas las<br />

miradas estaban gravemente fijas en mí, como linternas<br />

escrutadoras en la noche. No había más remedio que leer;<br />

pero como quiera que temblasen mis manos, cayeron las<br />

cuartillas, desparramándose descompaginadas. A lo que<br />

Bolívar agregó: —Eso no importa, porque yo sobre todos<br />

necesito saber cómo honra y ayuda a la libertad de mi<br />

hija predilecta cada ciudadano boliviano; ya hemos visto<br />

quiénes y cómo la cercenaron moral, intelectual y<br />

físicamente. Lee sin temor, Loco, porque veo en tus ojos<br />

la libertad. A ver; comienza por esos originales que<br />

llevas.—<br />

EL LOCO<br />

— 1130 —

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