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DESCARGAR TOMO-3.pdf - Cinosargo

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EL LOCO<br />

te su extraordinaria adaptabilidad casi femenina y la gran<br />

fortuna heredada a sus padres, lo cual le dio las facilidades<br />

inimaginables para la indagatoria de todos los aspectos<br />

posibles de la existencia. Tal iba retirándose de todo,<br />

considerando que habiendo escapado de su raza,<br />

necesariamente debía volver a ella por sus fueros.<br />

Por tal manera al fin una tarde tomó resueltamente<br />

la ropa indígena, tornándose inmediatamente enemigo de<br />

la presente civilización.<br />

Desde entonces todos los días, agachando la cabeza,<br />

se quedaba horas enteras con los ojos fijos en lontananzas,<br />

en verdaderos estados de catalepsia, a lo que llama,<br />

así como a sus ensueños, al olvido de sí mismo en ausencia<br />

del mundo, a ese estado que era una especie de vuelta<br />

constante de su clepsidra, mediante el cual se saturaba de<br />

un cariño enorme y tranquilo como ninguno, de ese cariño<br />

del incrédulo en la vida y en la muerte, sin dios ni patria,<br />

que ha renunciado a todo y cuyo corazón parece una<br />

rosa de imán sensitivo abriéndose al infinito y rugiente<br />

paso de la vida y que por eso ama por el gusto de amar,<br />

por lo más neto del amor: amar por amar.<br />

Luego despertaba alegre a la vida de relación; pero<br />

su optimismo desaparecía pronto, por lo que cada día era<br />

más huraño y duro.<br />

Al fin, cuando la policía ya lo vigilaba, redondean*<br />

do ya un día su secreto plan, abandonó ansioso una tarde<br />

su tugurio, embozándose hasta los ojos la bufanda. A la<br />

luz de las ampolletas eléctricas iba la calle como sobre ascuas,<br />

queriendo disimular el bermellón de su poncho, lo<br />

cual se imaginó que lo delataba. Las miradas de los transeúntes<br />

las sentía como alfilerazos. Pero, a medida que se<br />

hacía mayor su desesperación, por el constante fenómeno<br />

de las reacciones, tanto más se mesuraba su andar, saboreando<br />

entre tanto cruelmente gota a gota su angustia, como<br />

cuando las causas de la desesperación no tienen remedio<br />

y por ello mismo de modo súbito nos sentimos pétreos.<br />

Así, con mil inquietudes llegó el hombre a la cumbre<br />

del monte, sin darse cuenta que trepaba las escarpas, — 1103 —

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