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ARTURO BORDA<br />

lleves, ahondando ostensiblemente las perspectivas,<br />

para que por medio de la oposición se pueda arrancar la<br />

contemplación y la meditación, llegando así fácilmente al<br />

entrenamiento de las intuiciones: sí, para ello urge<br />

remarcar todo rudamente. Sólo por tal procedimiento se<br />

puede desentumecer las naturalezas embotadas, para que<br />

sensibilizadas más tarde, por la violencia del choque<br />

lleguen a comprometer el deliquio en que nos sumergen<br />

los matices, las penumbras y la ausencia de líneas: la<br />

armonía en el espíritu. Tal procedimiento requiere<br />

también el sacrificio personal de los precursores. Ellos<br />

son los que merecen el canto más grande, porque ellos,<br />

los verdaderos videntes, rompiendo su presente y pasado,<br />

con su porvenir anónimo siembran en el presente el<br />

porvenir de los demás. Sí...<br />

Pero ¿por qué ha venido a mí tan<br />

inopinadamente tal pensamiento? En fin, parece que<br />

estoy en la vorágine de las incoherencias.<br />

Luego, las tinieblas han ido quedando muy atrás,<br />

como hirsuto fondo al murallón andino, en cuyas<br />

plutónicas rocas van abriendo lentamente, a cincel,<br />

sendas nuevas los hercúleos Precursores, indomables y<br />

solitarios, rebeldes al vértigo, equilibrándose sobre los<br />

infondos abismos. Así, de tiempo en tiempo descansan<br />

contemplando impávidamente la negra fascinación de los<br />

cráteres que se abren a sus pies. Pero de pronto sopla el<br />

huracán de los antros y entre las sombras se oye rubor de<br />

cuerpos que ruedan rebotando sus cráneos en las rocas.<br />

Las tinieblas se hacen más hondas y aquel sordo rumor<br />

es cada vez más lejano, hasta que sólo impera en el orbe<br />

el silencio.<br />

Seguidamente lucieron una y mil albas, y aquellos<br />

senderos misteriosos abiertos por los Precursores, ya<br />

sólo son las anchas vías trilladas en las que la humanidad<br />

va indiferentemente gozosa a reposar en los amenos<br />

huertos del opuesto lado, mientras que reaparece el<br />

espectáculo de las bestias.<br />

II<br />

I<br />

— 1526 —

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