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DESCARGAR TOMO-3.pdf - Cinosargo

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EL LOCO<br />

término, rayando el pedregal, el polvoriento camino de herradura<br />

en que se levanta danzando, sutil, flexible, un<br />

lindo torbellino al choque de los vientos que alzan la<br />

polvareda que la tropa ocasiona, yendo sensiblemente<br />

cansada. Todos van charlando perezosos, porque hace<br />

días que llevan el mismo andar en la inclemencia de los<br />

yermos. ¿De dónde vienen o a dónde van? ¿Son acaso los<br />

revolucionarios o son los leales yendo a sofocar alguna<br />

revuelta? Estamos, pues, en el trágico siglo de los<br />

cuartelazos y asaltos al poder, abusando del inocente y<br />

temerario valor del pueblo, cuya energía urge de una<br />

acción potente en beneficio de la patria. A retaguardia,<br />

llevando a cuestas sus menesteres, las mujeres de los<br />

soldados, o sean las rabonas o cantineras, juntamente con<br />

la ambulancia y la impedimenta.<br />

Al otro día, helado y sombrío, mientras se desencadena<br />

la tempestad al soplo de los huracanes, trasminando<br />

de frío los huesos, una de las mujeres, retrasándose intencionalmente,<br />

tiembla, tambalea y cae, agobiada al peso<br />

de su carga. Con un ¡ay! y unas retorciones angustiosas,<br />

veo que desembaraza, calada por la lluvia. Es un solemne<br />

bautismo entre relámpagos, rayos y truenos. En seguida<br />

envuelve penosamente en un rebozo a la criatura.<br />

Mientras tanto se rasgan las nubes, casi en el horizonte, y<br />

brilla un rayito de sol poniente, iluminando aquel<br />

formidable cuadro en la lúgubre y vasta extensión. Al<br />

poco tiempo, cuando vuelve a ennegrecerse el firmamento<br />

y el relámpago de un rayo cercano se abre, disipando un<br />

instante la sombra de confín a confín, y retumba<br />

horrísono el trueno, sacudiendo cielo y tierra, echa la<br />

madre la placenta, y con la matriz revuelta y afuera,<br />

aniquilándose en la hemorragia, cual si anduviera en las<br />

ignotas brumas del sonambulismo, cargando su vastago<br />

además de los enseres, esforzando su voluntad prosigue la<br />

jornada. En eso el gemir del párvulo concierta<br />

siniestramente su vocéenla con los silbos y el bramar del<br />

vendabal.<br />

De tal manera, queriendo resistir la lenta<br />

invasión de la muerte, continúa tras el batallón,<br />

internándose ya en la lóbrega noche, bajo la tormenta<br />

que arrecia. De rato en rato se oye algún gemido que los<br />

vientos apagan, llevándoselos; pero poco después cesa<br />

la lluvia y se despeja<br />

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