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EL LOCO<br />

la brújula, al pasar a otro hemisferio. ¿Qué era?'¿Acaso se<br />

hallaba en otro mundo en el que los elementos cambiaban<br />

sus leyes?<br />

Y así las horas y los días se sucedían en la monotonía<br />

matadora de las linfas. En eso las olas, como burlándose,<br />

de vez en cuando, arrastraban yerbajos de las tierras<br />

que las nubes simulaban en los horizontes, por lo que la<br />

tripulación prorrumpía en verdaderos himnos de alegría.<br />

Pero sólo eran saludos a costas que luego se desvanecían.<br />

Y las horas y los días continuaban sucediéndose en aquella<br />

desconsoladora uniformidad de agua y cielo. Los astros<br />

y las aves parecían engañar. Las auroras de todos los días<br />

simulaban sonreír ante el ansia de las desilusiones que<br />

acongojaba aquellos corazones. Y así, impaciente la<br />

tripulación, iba a empalar ya a su Almirante, cuando éste,<br />

jurando temerariamente, con el recurso de la última esperanza,<br />

con acento de profeta ofreció que si al tercero día<br />

no veían costa en el horizonte, volverían inmediatamente<br />

a Europa.<br />

El pacto con los hombres, tentando a Dios, estaba<br />

hecho. Y fue que al segundo día se vio sobre las olas un<br />

tallo de oxiacanto en flor y una rama con un nido con<br />

polluelos, por lo cual del pecho de los marinos salió un ¡Gloria<br />

a Dios! Y la noche de ese mismo día fue de insomnio<br />

colectivo en la suprema angustia. Entonces la intuición del<br />

Almirante ofreció un premio al que anuncie tierra. Por lo<br />

cual toda la tripulación se encaramó en obenques y jarcias,<br />

sirviendo de vigía. Y las carabelas siempre iban con<br />

el mismo rumbo, rompiendo el silencio milenario del océano,<br />

mientras que Colón solo en la toldilla, abismado en sus<br />

pensamientos, vio de pronto allá, en las tinieblas, una lucecita<br />

que desaparecía a intervalos entre las olas. La esperanza<br />

hizo latir en su corazón; pero guardó su secreto.<br />

En el silencio de aquella noche infinita sólo las procelarias,<br />

fingiendo voces misteriosas, se rompen en las proras.<br />

En el amanecer del tercer día se siente respirar en todos<br />

los pechos una enorme angustia muda, y el loco sigue<br />

paseando abismado indiferentemente en sus pensamientos,<br />

cuando un cañonazo rompe la atmósfera y de todos los<br />

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