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DESCARGAR TOMO-3.pdf - Cinosargo

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ARTURO BORDA<br />

que encadenado y encogiéndose en un rincón miraba<br />

aviesamente Argos, el sabueso detective.<br />

Una vez en la calle, deteniéndose vacilante un segundo,<br />

ojeó a diestro y siniestro para emprender a<br />

rompe y raja la escapatoria, como burlándose. Al llegar a<br />

la esquina se detuvo nuevamente y en actitud arrogante<br />

avizoró en todo sentido, con tal gallardía que se hubiera<br />

dicho $er una estatua dominadora, con la crin y la cola<br />

desgreñada por el viento. Los músculos le temblaban a<br />

semejanza de cordajes de acero. Luego prosiguió de<br />

frente, a saltos, sacando con los herrajes estrellas del<br />

empedrado. Desde lejos los transeúntes agitaban los<br />

brazos para detenerlo, pero entusiasmados al fin le abrían<br />

campo al ver su arrogante belleza; y él pasaba en vértigo,<br />

dando cabriolas a modo de embestidas. Más que una<br />

realidad era casi el ensueño. Iba hermoso, altivo y feliz a<br />

semejanza de la libertad. Y así hasta que salió de la<br />

población, dejando en todos el recuerdo de su hermosura<br />

y potencia.<br />

Tal huyó a campo traviesa, salvando ágilmente zan<br />

jas y valladares. De ese modo llegó a un amarillento cebadal,<br />

en el cual retozó sin freno bajo el sol más luminoso. Y<br />

se revolcaba locamente satisfecho, sin amo ni ley, relinchando<br />

vivamente salvaje. En seguida fue a beber debajo<br />

de un sauce, en una limpia fontana, en la que al<br />

principio el reflejo de su propia imagen le espantaba. Y<br />

aquel ir y venir dando botes sugería no sé qué alegría<br />

infantil que sobreexcitaba, cautivando de entusiasmo el<br />

espíritu. Ese irrazonable expandirse en la liberación,<br />

encantaba. Pero luego al oír a la distancia el servil ladrido<br />

del sabueso rastrero, se irguió majestuoso un instante,<br />

dilatando las fo-§as nasales a manera de testa burilada en<br />

homérico escudo.<br />

Después, cuando el nervioso bruto se hallaba pastando<br />

tranquilamente y, por ciertos rumores que<br />

sintiera, a tiempo que erguía otra vez atento su soberbia<br />

cabeza, olfateando el azul, de pronto en vano quiso hacer<br />

galvánicamente el quite, porque su nervudo pescuezo se<br />

hallaba enlazado ya. Todo su esfuerzo fue inútil. En eso<br />

por encima de una tapia se vio salir a pleno sol la cabeza<br />

del gaucho mayoral que miraba zafiamente alegre a la<br />

vez que Ar-<br />

— 1568 —

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