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ARTURO BORDA<br />

cibido su gloria más grande, vaciando en sus arcas cataratas<br />

de oro americano, merced a Colón, y a pesar de ser para<br />

España, según sus hijos, tan grande el descubrimiento<br />

de América, pienso que ya que tal vez Madrid no significa<br />

nada tan enorme como Colón, ¿por qué siquiera la capital<br />

del Reino no se llamó Colón? Nuestro pueblo, cuando merced<br />

a Bolívar sale de la esclavitud se llama Bolivia. Así se<br />

honra a quien dé gloria y provecho. Pero allá hasta hoy<br />

no han puesto tan grande nombre ni al villorrio más miserable;<br />

y de tanta fortuna malgastada en jolgorios no sustenta<br />

ni una mediana industria que honre y perdure la<br />

memoria del héroe. Por lo que oíste que dice la historia<br />

sabrás ya el por qué de la hurañez del indio. Y ahora, para<br />

que no creas que únicamente sentimos y pensamos así<br />

los americanos, como resentidos y agraviados, lee este artículo<br />

del español Luis Araquistain firmado y publicado<br />

en Madrid en noviembre de 1925:<br />

¿ES UN MITO LA CONFRATERNIDAD HISPANOAMERICANA?<br />

En nuestros almacenes intelectuales no falta el último<br />

figurín de la literatura francesa, pero que -nadie sueñe<br />

con hallar en ellos las grandes figuras de la mentalidad<br />

americana. América sigue siendo, a excepción de algunos<br />

de sus colibríes sin plumas, que nos visitan periódicamente<br />

con un libro de versos, un continente desconocido.<br />

Y esto ha ocurrido siempre. Indudablemente en la<br />

zona de nuestra psicología ética, debe ocultarse alguna<br />

particularidad que explique nuestra refracción al<br />

conocimiento. La incomprensión de las cosas nos pierde. Todo<br />

el proceso de nuestra decadencia no está representado más que<br />

por una serie de incomprensiones. Comprender los fenómenos<br />

de la vida, en su aspecto social, equivale a dominarlos.<br />

No comprenderlos, equivale a ser víctimas de ellos.<br />

Nosotros no hemos sabido comprenderlos en el transcurso<br />

de algunos siglos, y la realidad nos ha arrollado<br />

despiadadamente. Por no comprender los anhelos liberales de<br />

América, la perdimos. Pero la pérdida ante todo fue material;<br />

el desgarramiento fue solamente de política y administración.<br />

En espíritu seguía siendo nuestra aún.<br />

— 1010 —

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