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DESCARGAR TOMO-3.pdf - Cinosargo

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ARTURO BORDA<br />

men y se esconden y luego vienen y se van para tornar incansablemente,<br />

brindándose esquivas y suspicaces, si no<br />

me acarician mis esperanzas y recuerdos que yacían en un<br />

piadoso olvido. Es así cómo siento el aire cargado de espíritus<br />

obsesores, que penetran en mis arterias a modo de<br />

agujas embalsamadas, bálsamos que son las intenciones lenitivas<br />

no más que para saciarse de crueldad, prolongando<br />

sin fin mis angustias.<br />

¡Oh!, estas almas que tan pronto inocentes como hipócritas<br />

hieren mis ayeres y mi más allá y 3 la vez se conduelen<br />

y befan, sedimentando en mí sus caricias sádicamente<br />

perversas, algo así como la tristeza de los adioses,<br />

honda, amarga y larga; y luego, Señor, cuando habré de<br />

sobreponerme, cuando he de sorber mi liberación, entonces<br />

esas almas, esas almas amorosamente crueles, hacen en<br />

torno mío un vacío martirizante, más que su algazara y<br />

befa, algo que simula el silencio en lo increado. Sí, Señor,<br />

que ahora huyan o me acosen más y más y luego se multipliquen<br />

o desaparezcan, pero pronto, pronto, porque...<br />

¡Tch...! Es verdad: no sé ya lo que espero o quiero<br />

en el hastío éste de infinito amor; y luego, la fatiga en el<br />

sentimiento y la idea, me ocasionan un profundo malestar,<br />

enturbiando de pesares el alma. Sin embargo, ahora, para<br />

mayor martirio, siento que esas chiquitínas con frescura de<br />

infancia o rosas, llevan en su carne trasudada de lujuria<br />

ancestral la somnolencia insana; sí, esas almas de la carne<br />

misteriosamente arrobada en aquella sombra enigmática<br />

que cantando distraída nos arrastra a la muerte. Y así las<br />

quiero atrapar en mi ternura que es tan profunda como la<br />

mar. Pero ahora pasan indiferentes esas princesitas del<br />

ensueño. ¡Oh!, la atracción frenética de su aparente indiferencia<br />

absorta en esos jamases más dulces que los ecos<br />

de una voz que nos llama en el recuerdo, cada vez más<br />

amorosa y queda, a manera de la lluvia que cesa en el silencio!<br />

Así esas chicuelas, a semejanza de las alondras que<br />

llegan confiadas a las ocultas cavernas, para huir graciosamente<br />

asustadas del hambriento rapaz que las sigue: tal<br />

las sedientas virgencitas de ojos fijos o vagos ante mis<br />

aler-<br />

— 1488 —

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