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ARTURO BORDA<br />

Guevara casarse con Anacoana. La Princesa se rebela, porque<br />

apresando Roldan a Guevara lo envía prisionero a la<br />

ciudad Isabela, para que fuese juzgado allí. En seguida, de<br />

Isabela parte una expedición que Anacoana la recibe<br />

inocentemente. El infame jefe de aquella expedición invita a<br />

la Reina, a la Princesa, a treinta caciques, y a sus súbditos,<br />

para una fiesta que debía celebrarse en la capital.<br />

Acepta la corte y va aun más inocentemente a ciudad Isabela,<br />

donde hay danzas y regocijos. Y cuando los autóctonos<br />

gozaban más alegremente confiados, viendo las evoluciones<br />

de la caballería, ésta cae como una tempestad sobre<br />

los indefensos indios que van rodando desarmados por los<br />

suelos, mientras que los soldados españoles pasan a degüello<br />

a todo los americanos. Entre tanto, la encantadora Princesa<br />

y poetisa Anacoana, con su familia y los treinta caciques,<br />

se quemaban vivos en el palacio que habían incendiado<br />

los españoles.<br />

La ingratitud más vil estaba rebasada y estalló la<br />

más justa sublevación en las otras comarcas. Colón, viejo,<br />

enfermo y magnánimo, hacía lo posible por sofocar la<br />

rebelión. Sin embargo, aquella horda de españoles forajidos<br />

redobló ante la Corona sus calumnias contra Colón, por lo<br />

que poco después llegó a la colonia un tal Bobadilla, con<br />

poderes ilimitados. El tal haciendo traer pesadas cadenas,<br />

ordena que aprisionen de pies y manos al Descubridor de<br />

un continente para España. Pero a pesar de aquella encallecida<br />

soldadesca, circuló una honda de pánico en la médula<br />

de los hombres, mas, el viejo Colón extendió tranquila<br />

y voluntariamente sus gotosos y cansados pies y sus rugosas<br />

manos, inclinando resignado su blanca y venerable<br />

cabeza. En eso, uno de sus sirvientes, encadenó al inmortal.<br />

Tal, encerrado durante muchos meses en un calabozo húmedo,<br />

oye cómo todos acumulan contra él millares de calumnias<br />

en idioma castellano, al son de sus burlescas carcajadas.<br />

EL REGRESO<br />

Luego le expulsaron de América a España, con su<br />

proceso, para que caiga sobre él la ira de la Corona. Lo<br />

condujo un tal Alonso Villejos. Y cuando aquel sublime an-<br />

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