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Plata y la prédica de la reforma de las costumbres dan la medida d<strong>el</strong> grado de s<strong>en</strong>sualismo y de<br />
vida mundana <strong>en</strong> que vivían los ministros d<strong>el</strong> Señor.<br />
El juego y <strong>el</strong> alcohol constituyeron otras de las lacras de la clerecía altoperuana. Hubo<br />
hasta canónigos y obispos jugadores, tal como los refiere <strong>el</strong> visitador Viedma. <strong>La</strong>s <strong>en</strong>fermedades<br />
de orig<strong>en</strong> sexual también hacían sus víctimas <strong>en</strong>tre los togados, constituyéndose estos <strong>en</strong><br />
vehículos propagadores de estos males de ord<strong>en</strong> social y finalm<strong>en</strong>te, para colmo de escarnio<br />
r<strong>el</strong>igioso, hacia los años liberales de la Colonia, de la masonería y de la <strong>en</strong>ciclopedia, hubieron<br />
curas "ateos".<br />
Ahora examinaremos rápidam<strong>en</strong>te la vida de los conv<strong>en</strong>tos de frailes.<br />
Estas asociaciones r<strong>el</strong>igiosas de ord<strong>en</strong> masculino desarrollaban su vida bajo los gr<strong>andes</strong><br />
claustros a la sombra de los templos. <strong>Vida</strong> sed<strong>en</strong>taria y ociosa aquélla, bu<strong>en</strong> vino y regalados<br />
manjares. Los pocos frailes que cumplían con sus ritos de abst<strong>en</strong>ción sexual eran glotones y<br />
golosos, mi<strong>en</strong>tras los demás, que eran la mayoría, se <strong>en</strong>tregaban a la vida de los hombres<br />
normales, sin voto de castidad. Este mundillo de beatas, confesadas, seglares, traía a los frailes<br />
poco ascéticos, m<strong>en</strong>sajes de t<strong>en</strong>tación y de s<strong>en</strong>sualidad, labrando con su conducta marginada de<br />
los bu<strong>en</strong>os hábitos, nov<strong>el</strong>as que circulaban <strong>en</strong> las hablillas de la ciudad. Era recurso corri<strong>en</strong>te de<br />
los frailes y curas <strong>el</strong> conv<strong>en</strong>cer a sus confesadas y a sus santitas, mujeres atacadas de histerismo,<br />
que <strong>el</strong> amor carnal las santificaba, recibi<strong>en</strong>do por medio de su abrazo seráfico, la b<strong>en</strong>dición de<br />
Dios y hasta la consecución de indulg<strong>en</strong>cias más o m<strong>en</strong>os pl<strong>en</strong>arias. Hubo de prohibirse por <strong>el</strong><br />
tribunal inquisidor y por innumerables bulas reformatorias, tan alegres como amables doctrinas<br />
católico-sexuales.<br />
Los conv<strong>en</strong>tos de frailes eran refugio de jóv<strong>en</strong>es criollos o mestizos que deseaban hacer<br />
carrera, de soldados desertores d<strong>el</strong> cuart<strong>el</strong> o de la guerra. También se refugiaban <strong>en</strong> los conv<strong>en</strong>tos<br />
los pícaros, perseguidos por la justicia como asesinos y ladrones. El fuero de que gozaban los<br />
conv<strong>en</strong>tos servía para amparar a esta canalla. El uniforme de fraile servía también al exterior para<br />
<strong>en</strong>cubrir a personas que habían desc<strong>en</strong>dido de situaciones sociales, o por escándalo, a aqu<strong>el</strong>los<br />
que deseaban ocultar su verdadera filiación.<br />
Toda esta vida contemplada a la distancia, más que corrupción r<strong>el</strong>igiosa nos da la<br />
s<strong>en</strong>sación de tristeza, de monotonía, de pequeñez moral, de la estrechez d<strong>el</strong> medio circundante y<br />
de la aus<strong>en</strong>cia de otros horizontes para <strong>el</strong> desarrollo de la vida. Es cierto que la r<strong>el</strong>igión era un<br />
espectro, pero, también es cierto que <strong>en</strong> esos pueblos altoperuanos, donde todo t<strong>en</strong>ía por eje y<br />
base la r<strong>el</strong>igión, los conv<strong>en</strong>tos tanto de monjas y de frailes, cumplían la misión de animar la vida,<br />
con lo que hoy sería para nosotros tedio al ci<strong>en</strong> por ci<strong>en</strong>, y que <strong>en</strong>tonces t<strong>en</strong>ía todo <strong>el</strong> sabor de lo<br />
prohibido y <strong>el</strong> <strong>en</strong>canto de avivar <strong>el</strong> amor y satisfacer <strong>el</strong> sexualismo c<strong>en</strong>surado.<br />
El dominio d<strong>el</strong> clero se explica perfectam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una sociedad <strong>en</strong> formación, pobre <strong>en</strong><br />
aristocracia y más pobre aún de hombres de verdadera cultura, y además porque la clerecía<br />
as<strong>en</strong>tó este su dominio <strong>en</strong> la riqueza de la tierra.<br />
Ahora debemos referirnos a la parte más es<strong>en</strong>cial d<strong>el</strong> culto católico y es <strong>el</strong> que toca a la<br />
c<strong>el</strong>ebración de las fiestas r<strong>el</strong>igiosas. Podríamos dividir estas fiestas <strong>en</strong> dos órd<strong>en</strong>es, unas de<br />
carácter íntimo y otras de carácter social y público. <strong>La</strong>s de tipo individual estaban ligadas a los<br />
acontecimi<strong>en</strong>tos de la vida de los alto-peruanos: bautizo, primera comunión, confirmación,<br />
casami<strong>en</strong>to, funerales. Todos estos actos revestían gran pompa r<strong>el</strong>igiosa, produci<strong>en</strong>do,<br />
naturalm<strong>en</strong>te, cuantiosos ingresos al tesoro eclesiástico.<br />
<strong>La</strong>s ceremonias r<strong>el</strong>igiosas de carácter público se sucedían sin solución de continuidad<br />
durante todo <strong>el</strong> año, con pequeños paréntesis, que se los dedicaba al trabajo y a los viajes.<br />
El año nuevo daba lugar a una solemne misa <strong>en</strong> la iglesia principal de la ciudad, pueblo o<br />
aldea, con asist<strong>en</strong>cia de las autoridades eclesiásticas, civiles, militares y administrativas. Esta<br />
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