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La Vida Social en el Coloniaje - andes

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ciudades altoperuanas, tuvieron un ciclo horizontal. A mediados d<strong>el</strong> siglo XVII Potosí había llegado<br />

a 160.000 habitantes, mi<strong>en</strong>tras que <strong>La</strong> Paz ap<strong>en</strong>as contaba con 7.000 llegando <strong>el</strong> máximum de<br />

población colonial de esta última ciudad <strong>en</strong> <strong>el</strong> siglo XVIll a 23.000 habitantes.<br />

El siglo XVIII, al adquirir una fisonomía propia <strong>en</strong> todos los aspectos de su vida <strong>el</strong> s<strong>el</strong>lo<br />

definitivo de la Colonia, ese algo que hoy mismo, las distingue de las formaciones republicanas y<br />

novec<strong>en</strong>tistas. En la ciudad altoperuana d<strong>el</strong> siglo XVIII, se observa la insubordinación anárquica<br />

d<strong>el</strong> criollo, que apesar de las disposiciones geométricas y precisas para su construcción, dejó<br />

ancho marg<strong>en</strong> al capricho de los años que sembraron casas, muchas veces <strong>en</strong> forma de dédalos<br />

estrechos y callejones, mi<strong>en</strong>tras a su lado se dibuja <strong>el</strong> trazado de tablero de ajedrez que habían<br />

imaginado y planificado los fundadores, poni<strong>en</strong>do <strong>en</strong> práctica las disposiciones de Indias.<br />

<strong>La</strong> estructura de la ciudad colonial no solo es cuerpo sino que también es alma. Ese<br />

espíritu colonial que nos hace establecer <strong>el</strong> diálogo <strong>en</strong>tre <strong>el</strong> hombre y las cosas d<strong>el</strong> mundo<br />

circundante, que nos hace s<strong>en</strong>tir las analogías y difer<strong>en</strong>cias, las s<strong>el</strong>ecciones y los matices de cada<br />

conjunto urbano, que nos hace buscar <strong>en</strong> <strong>el</strong> afán de geografía estética <strong>el</strong> cont<strong>en</strong>ido íntimo de <strong>el</strong>las,<br />

nos plantea <strong>el</strong> problema emocional constante <strong>en</strong> cada sitio, <strong>en</strong> cada rincón, <strong>en</strong> cada piedra. Así<br />

cuando la ciudad altoperuana está animada por un alma propia nos <strong>en</strong>seña a buscar la tónica vital<br />

de cada una de <strong>el</strong>las <strong>en</strong> función de organismo vivo. Estas ciudades coloniales madres de las<br />

actuales bolivianas, <strong>en</strong> las que hemos nacido y <strong>en</strong> las que vivimos, nos tra<strong>en</strong> la profundidad de una<br />

b<strong>el</strong>leza extinta que alumbra <strong>el</strong> s<strong>en</strong>tido de la b<strong>el</strong>leza de la patria, que es <strong>el</strong> alma de cada ciudad, por<br />

la que avanzando <strong>en</strong> profundidad <strong>en</strong> <strong>el</strong> tiempo y <strong>en</strong> <strong>el</strong> espacio, abarcamos la ext<strong>en</strong>sión total d<strong>el</strong><br />

alma misma de la nacionalidad.<br />

En <strong>el</strong> siglo XVIll aparece <strong>el</strong> rostro de la ciudad con sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te paral<strong>el</strong>ismo <strong>en</strong>tre su<br />

evolución económica y su historia, <strong>en</strong>tre la hu<strong>el</strong>la d<strong>el</strong> espacio y la hu<strong>el</strong>la d<strong>el</strong> tiempo. Es debido a<br />

este rostro típico de las ciudades d<strong>el</strong> Alto Perú, que las podemos distinguir unas de otras. Allí están<br />

nuestras ciudades coloniales, cinc<strong>el</strong>adas por los siglos, pobres, pintorescas, ll<strong>en</strong>as de color, pero,<br />

todas cubiertas por <strong>el</strong> brillo incomparable de la historia, d<strong>el</strong> espíritu de la historia. Esas ciudades<br />

aisladas, día por día, fueron labrando ese espíritu de región colectiva que será <strong>el</strong> espíritu unánime<br />

de la nacionalidad. El alma de estas ciudades animadas por savia indíg<strong>en</strong>a y sangre española,<br />

unidas por haber surgido l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te d<strong>el</strong> limbo d<strong>el</strong> mestizaje, de una raza nueva, de una l<strong>en</strong>gua<br />

que adquiere inflexiones propias, de una r<strong>el</strong>igión que se marida <strong>en</strong> su estructura con la intimidad<br />

de los mitos vernáculos, vive pues, <strong>en</strong> un espíritu de síntesis, preparando cada una <strong>en</strong> la <strong>en</strong>traña<br />

d<strong>el</strong> pueblo las es<strong>en</strong>cias de la tradición, de la vida histórica y de un mundo que se prepara a nuevos<br />

avatares.<br />

<strong>La</strong> seducción d<strong>el</strong> tipismo de Potosí colonial hay que descubrirla <strong>en</strong> ese trabajo<br />

arquitectónico humilde que <strong>el</strong> mestizo ha realizado, para adaptarse a las necesidades d<strong>el</strong> medio<br />

ambi<strong>en</strong>te. <strong>La</strong> construcción urbana de Potosí, la auténticam<strong>en</strong>te mestiza, es una obra def<strong>en</strong>siva<br />

contra <strong>el</strong> frío y para <strong>el</strong> aprovechami<strong>en</strong>to de la geografía anfractuosa d<strong>el</strong> terr<strong>en</strong>o, donde por<br />

imperativos económicos, tuvo que edificarse, para cobijar a la población minera que trabajaba <strong>en</strong><br />

las obras d<strong>el</strong> Cerro. <strong>La</strong>s casas pequeñas y las calles estrechas no son un capricho de los hombres<br />

que edificaron la ciudad. Unas calles estrechas dan abrigo y proteg<strong>en</strong> d<strong>el</strong> vi<strong>en</strong>to y unas casas<br />

pequeñas y agrupadas, dan la s<strong>en</strong>sación d<strong>el</strong> amparo y d<strong>el</strong> calor hogareño. Este p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to<br />

estético d<strong>el</strong> urbanismo potosino, descubre la tónica íntima de la ciudad. Los gr<strong>andes</strong> edificios, los<br />

templos, las casas señoriales que parec<strong>en</strong> que con sus riquezas quisieran comprar nuestra<br />

admiración, son <strong>el</strong> gesto potosino <strong>en</strong> su forma suntuaria, que no podía faltar <strong>en</strong> la urbe donde <strong>el</strong><br />

objetivo pragmático de su vida fue realizar la riqueza. Estos edificios potosinos, que no exist<strong>en</strong> <strong>en</strong><br />

la arracimada abundancia que pudiera p<strong>en</strong>sarse considerando la exultante economía de Potosí,<br />

son las migajas d<strong>el</strong> gran festín colonial. <strong>La</strong> plata potosina al emigrar sólo ha dejado <strong>el</strong> hueco de las<br />

minas y la gloria de un pasado suntuoso que se manifiesta por algunos diamantes olvidados <strong>en</strong> un<br />

estuche ll<strong>en</strong>o de los aromas d<strong>el</strong> recuerdo. Al tasar la edad de Potosí la s<strong>en</strong>sibilidad <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra que<br />

esta urbe nutre su vida con una savia de perman<strong>en</strong>cia. Sobre los muros de Potosí que se alzan<br />

con una suprema <strong>en</strong>ergía de perduración, sopla un aire de eternidad. Su pres<strong>en</strong>te se ha prodigado<br />

<strong>en</strong> la talla de sus piedras y <strong>el</strong> pasado <strong>en</strong> la balada de su historia y de sus ley<strong>en</strong>das. Por eso es que<br />

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