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La Vida Social en el Coloniaje - andes

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<strong>La</strong>s g<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> sus casas no debieron pres<strong>en</strong>tar muy bu<strong>en</strong> aspecto, no obstante sus<br />

adornos y lujos. <strong>La</strong>s señoras se lavaban <strong>el</strong> cab<strong>el</strong>lo con "quillay", cuando no con orines podridos, se<br />

pintaban <strong>el</strong> rostro con colorete, las uñas no se las maquillaban esperando que <strong>el</strong> uso las limara; la<br />

mayoría de las señoras y caballeros llevaban los di<strong>en</strong>tes sucios o podridos. <strong>La</strong>s <strong>en</strong>fermedades<br />

como la gota y <strong>el</strong> reumatismo, lo mismo que las sarnas deformaban a las personas, igualm<strong>en</strong>te que<br />

la gordura, de tal modo que sólo ofrecían bu<strong>en</strong> aspecto las que podían lucir una salud a prueba de<br />

calamidades.<br />

<strong>La</strong>s tertulias frecu<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> las casas de estrado, aparte d<strong>el</strong> ing<strong>en</strong>io, de la música tocada a<br />

obscuras, d<strong>el</strong> juego de pr<strong>en</strong>das, debían t<strong>en</strong>er muy mal olor por la putrefacción de los p<strong>el</strong>os, <strong>el</strong><br />

sudor de las axilas y <strong>el</strong> mal olor de los pies, igualm<strong>en</strong>te que por la costumbre que había de<br />

transmitirse los vestidos de padres a hijos.<br />

<strong>La</strong>s casas fuera de las habitaciones, disponían d<strong>el</strong> horno, cerca d<strong>el</strong> cuarto de du<strong>en</strong>des. En<br />

<strong>el</strong> horno se cocía <strong>el</strong> pan, las humitas, los lechones, y d<strong>en</strong>tro de la c<strong>en</strong>iza de tola o de la leña se<br />

ocultaban, según la estup<strong>en</strong>da versión de la época, los du<strong>en</strong>des. El cuarto de los du<strong>en</strong>des lo hubo<br />

<strong>en</strong> todas las casas, donde alojaban gratuitam<strong>en</strong>te a esos huéspedes, para castigo de los niños. El<br />

cuarto de los du<strong>en</strong>des era <strong>el</strong> más desvalido de la casa, donde se guardaban los trastos viejos. Allí<br />

se <strong>en</strong>cerraba a los niños, después de la correspondi<strong>en</strong>te azotera, con la int<strong>en</strong>ción de haber<br />

realizado una obra maestra de pedagogía.<br />

<strong>La</strong> casa es un mundo <strong>en</strong> pequeño. Si la vida colonial es la ciudad y <strong>el</strong> corazón de la ciudad<br />

es la plaza, la casona es imag<strong>en</strong> reducida d<strong>el</strong> mundo colonial que <strong>en</strong> las veinticuatro horas d<strong>el</strong> día<br />

va destilando las es<strong>en</strong>cias de esta vida, que fue <strong>el</strong> espíritu de aqu<strong>el</strong>los tiempos. Si se hubiera<br />

preguntado a aqu<strong>el</strong>las g<strong>en</strong>tes qué es lo que querían <strong>en</strong> <strong>el</strong> mundo, nos habrían respondido, morir,<br />

como sinónimo de una vida terr<strong>en</strong>al fuertem<strong>en</strong>te apegada al mundo, al que se considera un pu<strong>en</strong>te<br />

que a todos conducía al paraíso, para disfrutar allí de un glorioso aburrimi<strong>en</strong>to, después de haber<br />

agotado sus años <strong>en</strong> un exc<strong>el</strong>so descanso también aburrido. Aquí <strong>en</strong> <strong>el</strong> hogar es que se si<strong>en</strong>te esa<br />

tiniebla colonial, ese vivir muri<strong>en</strong>do, la madre atada a la cad<strong>en</strong>a de las fa<strong>en</strong>as domésticas y<br />

sometida a la ergástula cristiana de parir un hijo cada nueve meses. <strong>La</strong>s hijas cerradas sin<br />

asomarse a las v<strong>en</strong>tanas y sali<strong>en</strong>do a la misa dominguera o a las procesiones, cubiertas de sus<br />

mantos. <strong>La</strong>s niñas <strong>en</strong>tregadas a la educación de la servidumbre indíg<strong>en</strong>a o mestiza.<br />

Nos referiremos a la casa de piedra y teja.<br />

Según las Leyes de Indias, <strong>el</strong> emperador Carlos V obligó a los <strong>en</strong>com<strong>en</strong>deros a la<br />

construcción de casas de piedra, considerando que las fortunas creadas por <strong>el</strong>los debían<br />

aprovechar a los países de Indias. Pero esta prud<strong>en</strong>te medida no tuvo aplicación <strong>en</strong> <strong>el</strong> Alto Perú,<br />

<strong>en</strong> tal forma que las casas de sillería no son corri<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> sus ciudades, y <strong>el</strong> número de las<br />

exist<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> la actualidad está reducida a una estadística mínima, tal como puede comprobarse<br />

<strong>en</strong> Potosí, Sucre y <strong>La</strong> Paz.<br />

Estas casas de piedra son auténticas obras de la arquitectura hispano-indíg<strong>en</strong>a y sus<br />

proporciones actúan d<strong>en</strong>tro de la superficie limitada a una ext<strong>en</strong>sión que no pasa de un octavo de<br />

manzana. Su fachada es regularm<strong>en</strong>te de doce varas, ti<strong>en</strong>e por eje <strong>el</strong> portal, vigilado por pilastras y<br />

por la cad<strong>en</strong>cia de un arco, labrado igualm<strong>en</strong>te que los pilares, provistos de decoraciones hispanoindíg<strong>en</strong>as.<br />

Sobre <strong>el</strong> arco luce <strong>el</strong> escudo d<strong>el</strong> propietario. <strong>La</strong>s v<strong>en</strong>tanas de reja, distribuídas<br />

simétricam<strong>en</strong>te realzan al portal. <strong>La</strong>s habitaciones amplias de <strong>el</strong>evados techos, están cubiertas de<br />

artesonados de madera de cedro. <strong>La</strong>s puertas y v<strong>en</strong>tanas están sometidas al primor de una talla<br />

cuidada y artística.<br />

<strong>La</strong> casa de piedra es de dos pisos. El piso bajo está compuesto por <strong>el</strong> zaguán y las<br />

habitaciones internas que no son muy numerosas y están destinadas a los m<strong>en</strong>esteres d<strong>el</strong> cuarto<br />

de monturas o de las habitaciones destinadas a guardar la cosecha. Lo importante <strong>en</strong> la casa de<br />

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