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La Vida Social en el Coloniaje - andes

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sobre <strong>el</strong> verde abanico de su campiña, pl<strong>en</strong>a de evocaciones arcadianas, que se abre, sost<strong>en</strong>ido<br />

por la quietud vigilante de sus atalayas seculares: <strong>el</strong> Churuk<strong>el</strong>la y <strong>el</strong> Sicasica. <strong>La</strong> diáfana<br />

luminosidad de Chuquisaca, lo <strong>en</strong>vu<strong>el</strong>ve todo <strong>en</strong> una blanda s<strong>en</strong>sualidad y <strong>el</strong> paisaje parece<br />

al<strong>en</strong>tar bajo la maravillosa armonía de un constante goce de vivir, Contribuye a ac<strong>en</strong>tuar esa<br />

s<strong>en</strong>sación amable la suavidad d<strong>el</strong>iciosa de su clima, que permite reposar <strong>el</strong> cuerpo y <strong>el</strong> alma <strong>en</strong> la<br />

bi<strong>en</strong>av<strong>en</strong>turanza de caricias maternales. <strong>La</strong> tradición cast<strong>el</strong>lana pinta de blanco las fachadas de las<br />

casas lo que da al aspecto de la ciudad un aire de nitidez y de adec<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to decoroso, <strong>La</strong>s<br />

pautas blancas que perfilan las techumbres de los edificios vernáculos, forman una vertícula casi<br />

aérea, a través de la cual se mira la ciudad como sometida a la geometría de una cuadrícula,<br />

mi<strong>en</strong>tras <strong>el</strong> sol abrillanta <strong>en</strong> granate de sus tejados y se ofrece la aristocrática silueta de sus<br />

edificios, Chuquisaca, variada y única, ofrece por su formación urbana caracteres diversos <strong>en</strong> sus<br />

construcciones, la de techo de paja de la primera época, al lado de los edificios de techos de teja<br />

de ladrillo y de adobe. Chuquisaca ofrece un ambi<strong>en</strong>te universitario y administrativo, que vive las<br />

horas de lo que hoy es su gloriosa tradición doc<strong>en</strong>te y <strong>el</strong> medio grávido de s<strong>en</strong>sibilidad int<strong>el</strong>ectual.<br />

Discurr<strong>en</strong> por <strong>el</strong>la, los oidores, los doctores, los teólogos, los estudiantes con su sombrero de<br />

medio queso.<br />

El Tunari, con su reposo de esfinge, preside con la severa majestad de sus aristas de nieve<br />

<strong>el</strong> paisaje d<strong>el</strong> valle de Cochabamba, desde <strong>el</strong> que sube, como de un inc<strong>en</strong>sario un canto a las<br />

fuerzas de la naturaleza, <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a floración. El horizonte que es una orla esmeralda, destaca <strong>el</strong><br />

contorno de las colinas sobre <strong>el</strong> añil d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o de tonalidades aceradas. Contrastan desde la lejanía<br />

las alturas con los cerros de San Sebastián y <strong>el</strong> Muyurina, cuyas faldas se fund<strong>en</strong> con las suaves<br />

ondulaciones de la ext<strong>en</strong>sa planicie que forma <strong>el</strong> feraz valle de Cochabamba. Sobre la planicie, allá<br />

lejos, se muestra Cochabamba. <strong>La</strong>s torres de los templos que recortan con sus flechas la urg<strong>en</strong>cia<br />

d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o ebrio de luz, polarizan <strong>en</strong> una ord<strong>en</strong>ada arquitectura la cuadrícula de las construcciones<br />

urbanas, que <strong>en</strong> un múltiple desdoblami<strong>en</strong>to se <strong>en</strong>filan hacia la campiña como un fantástico<br />

regimi<strong>en</strong>to policromado <strong>en</strong> un ansia infinita de prolongación… Los órd<strong>en</strong>es arquitectónicos de<br />

solera española y su urbanismo, ti<strong>en</strong><strong>en</strong> cierta severidad, a pesar de la policromía detonante de las<br />

fachadas de sus casas y de la gracia que <strong>en</strong>vu<strong>el</strong>ve con su euritmia la atmósfera de la ciudad. <strong>La</strong>s<br />

casas chatas y las de dos pisos, de evocaciones castizas, alinean con los templos, trazados sobre<br />

los moldes de la época, que recuerdan fervores que llegan hasta <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o. <strong>La</strong>s calles sonoras y<br />

amplias, estiradas d<strong>en</strong>tro d<strong>el</strong> cuadrilátero de sus manzanas. <strong>La</strong> pres<strong>en</strong>cia de los templos, pone una<br />

nota de claroscuro a esta visión, transformando de alegre <strong>en</strong> un recogimi<strong>en</strong>to místico de quietud.<br />

Se graba esta emoción por <strong>el</strong> contraste de la luz, con la adusta severidad de los atrios,<br />

proyectándose la fantasgoría de un complejo pulso que hace decir a las g<strong>en</strong>tes de Cochabamba,<br />

que es una ciudad monacal. Cochabamba es una de las ciudades más populares después de<br />

Potosí. Es <strong>el</strong> c<strong>en</strong>tro económico y agrario de la Colonia, llamada la Val<strong>en</strong>cia altoperuana. <strong>La</strong><br />

actividad de la ciudad de Oropeza está consagrada a la agricultura y a la ganadería, de ahí que<br />

esta zona d<strong>el</strong> territorio de Charcas sea una de las más ricas. El tesoro inagotable de su tierra fértil,<br />

hace de <strong>el</strong>la <strong>el</strong> emporio agrícola más importante d<strong>el</strong> país. Su fundación misma obedeció por sus<br />

condiciones propicias al establecimi<strong>en</strong>to de sus explotaciones unidas a la tierra.<br />

Toda Tarija es un verg<strong>el</strong>, con idílicas evocaciones arcadianas. Su tierra matizada por los<br />

colores agrícolas se decora por <strong>el</strong> follaje de sus árboles, por la muchedumbre de p<strong>en</strong>achos de un<br />

verde de brillos rotundos, de un verde maravilloso… Luego se v<strong>en</strong> los cultivos def<strong>en</strong>didos por los<br />

tapiales <strong>en</strong> una laberíntica geometría, por <strong>en</strong>cima de los que asoman la áurea cab<strong>el</strong>lera de las<br />

espigas, <strong>el</strong> verde jugoso d<strong>el</strong> maíz y los mirajes apretados de las hortalizas. Bajo <strong>el</strong> zafiro d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o<br />

de Tarija como un espejismo alucinante se ofrece la ciudad con los nostálgicos contornos de una<br />

ciudad moruna. Tarija desde la lejanía ti<strong>en</strong>e <strong>el</strong> realce artístico que dá <strong>el</strong> barniz a las perspectivas<br />

sobre la t<strong>el</strong>a. <strong>La</strong>s casas son como un rosario de dados que se agrupan sobre <strong>el</strong> damero, unidos<br />

por una fuerza imantada que no puede ser otra que la cohesión urbana. Coronan este conjunto<br />

esc<strong>en</strong>ográfico la figura señera de los templos que <strong>el</strong>evan al ci<strong>el</strong>o la turg<strong>en</strong>cia de sus torres. Los<br />

primeros descubridores españoles, al atalayar la hermosura d<strong>el</strong> valle de Tarija, <strong>en</strong>tusiasmados por<br />

<strong>el</strong> fantástico panorama que se les pres<strong>en</strong>ta exclamaron:<br />

-¡Este valle es tan rico como <strong>el</strong> de Andalucía y tan b<strong>el</strong>lo como Sevilla!<br />

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