Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Continuaba mirándome fijamente, sin manifestar ninguna emoción, pero
listo para atacar si me distraía o mostraba miedo.
¡Miedo! Me di cuenta de que el miedo había desaparecido. Consideraba
que la situación era demasiado estúpida para tener miedo. Mi estómago
estaba contraído y tenía ganas de vomitar por la tensión, pero no tenía
miedo. Si tuviera miedo, algo me decía que mis ojos me denunciarían y el
animal me derrumbaría de nuevo, como lo había hecho antes. No debía
desviar los ojos, ni siquiera cuando presentí que, por un sendero a mi
derecha, una silueta se aproximaba.
La silueta se detuvo un instante y luego caminó derecho hacia nosotros.
Cruzó exactamente la línea de nuestras miradas, diciendo algo que no pude
entender Era una voz femenina y su presencia era buena, amistosa y
positiva.
En la fracción de segundo que la silueta se colocó entre mis ojos y los
del perro, mi estómago se relajó. Tenía un amigo poderoso que estaba allí
ayudándome en aquella lucha absurda e innecesaria. Cuando terminó de
pasar, el perro había bajado los ojos. Dando un salto, corrió hacia la casa
abandonada y lo perdí de vista.
Sólo en ese momento mi corazón se aceleró de miedo. La taquicardia
fue tan intensa que me mareé y creí que iba a desmayarme. Mientras todo
me daba vueltas, miré a la carretera por donde minutos antes Petrus y yo
habíamos pasado, buscando la silueta que me dio fuerzas para derrotar al
perro.
Era una monja. Estaba de espaldas, caminando rumbo a Azofra, y no
podía verle el rostro, recordé su voz y calculé que tendría, máximo,
veintitantos años. Miré el camino por donde vino: era un pequeño atajo que
no daba a ninguna parte.
—Fue ella… fue ella quien me ayudó —murmuré mientras mi mareo
aumentaba.
—No te pongas a inventar más fantasías en un mundo ya de por sí tan
extraordinario —dijo Petrus, acercándose y sosteniéndome por un brazo—:
Ella vino de un convento en Cañas, que queda a unos cinco kilómetros de
aquí. Es obvio que no puedas verlo.