08.11.2021 Views

1. El peregrino de Compostela

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Continuaba mirándome fijamente, sin manifestar ninguna emoción, pero

listo para atacar si me distraía o mostraba miedo.

¡Miedo! Me di cuenta de que el miedo había desaparecido. Consideraba

que la situación era demasiado estúpida para tener miedo. Mi estómago

estaba contraído y tenía ganas de vomitar por la tensión, pero no tenía

miedo. Si tuviera miedo, algo me decía que mis ojos me denunciarían y el

animal me derrumbaría de nuevo, como lo había hecho antes. No debía

desviar los ojos, ni siquiera cuando presentí que, por un sendero a mi

derecha, una silueta se aproximaba.

La silueta se detuvo un instante y luego caminó derecho hacia nosotros.

Cruzó exactamente la línea de nuestras miradas, diciendo algo que no pude

entender Era una voz femenina y su presencia era buena, amistosa y

positiva.

En la fracción de segundo que la silueta se colocó entre mis ojos y los

del perro, mi estómago se relajó. Tenía un amigo poderoso que estaba allí

ayudándome en aquella lucha absurda e innecesaria. Cuando terminó de

pasar, el perro había bajado los ojos. Dando un salto, corrió hacia la casa

abandonada y lo perdí de vista.

Sólo en ese momento mi corazón se aceleró de miedo. La taquicardia

fue tan intensa que me mareé y creí que iba a desmayarme. Mientras todo

me daba vueltas, miré a la carretera por donde minutos antes Petrus y yo

habíamos pasado, buscando la silueta que me dio fuerzas para derrotar al

perro.

Era una monja. Estaba de espaldas, caminando rumbo a Azofra, y no

podía verle el rostro, recordé su voz y calculé que tendría, máximo,

veintitantos años. Miré el camino por donde vino: era un pequeño atajo que

no daba a ninguna parte.

—Fue ella… fue ella quien me ayudó —murmuré mientras mi mareo

aumentaba.

—No te pongas a inventar más fantasías en un mundo ya de por sí tan

extraordinario —dijo Petrus, acercándose y sosteniéndome por un brazo—:

Ella vino de un convento en Cañas, que queda a unos cinco kilómetros de

aquí. Es obvio que no puedas verlo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!