1. El peregrino de Compostela

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Maestre diciendo con insistencia que había una espada por conseguir.Necesitaba resistir un minuto más. No debía matar a aquel perro.Miré de inmediato al pastor. Su mirada confirmó lo que estabapensando. Ahora él estaba más asustado conmigo que con el perro.Comencé a sentirme mareado y el paisaje giraba a mi alrededor Nopodía desmayarme. Si me desmayara ahora, Legión me habría vencido.Tenía que hallar una solución. Ya no estaba luchando contra un animal, sinocontra una fuerza que me había poseído. Sentí que mis piernas flaquearon yme apoyé en una pared, pero cedió por mi peso. Entre piedras y pedazos demadera, caí de boca.La Tierra. Legión era la tierra, los frutos de la tierra. Los frutos buenosy malos de la tierra, pero la tierra al fin. Ésa era su casa y desde allígobernaba o era gobernada por el mundo. Ágape explotó dentro de mí yclavé con fuerza mis uñas en la tierra. Di un aullido, semejante al que oí laprimera vez que el perro y yo nos encontramos. Sentí que Legión pasabapor mi cuerpo y bajaba a la tierra, porque dentro de mí había Ágape, yLegión no quería ser consumida por el Amor que Devora. Ésa era mivoluntad, la voluntad que me hacía luchar con el resto de mis fuerzas contrael desmayo, la voluntad de Ágape fija en mi alma, resistiendo. Mi cuerpoentero tembló.Legión bajaba con fuerza hacia la tierra. Comencé a vomitar pero sentíaque era Ágape creciendo y saliendo por todos mis poros. Mi cuerpocontinuó temblando hasta que, después de mucho tiempo, sentí que Legiónhabía vuelto a su reino.Lo noté cuando el último vestigio de ella pasó por mis dedos. Me sentéen el suelo, herido y lastimado, y vi una escena absurda ante mis ojos: unperro sangrando y moviendo la cola, y un pastor asustado, mirándome.—Debe haber sido algo que comió —dijo el pastor, que no quería creertodo lo que había visto—. Pero ahora que vomitó se le va a pasar.Asentí con la cabeza. Me agradeció por haber contenido a «mi» perro ysiguió caminando con sus ovejas.Petrus apareció y no dije nada. Cortó un pedazo de su camisa e hizo untorniquete en mi pierna, que sangraba mucho. Me pidió que moviese todo el
cuerpo y dijo que nada serio había pasado, además de la herida en la pierna.—Estás en condiciones deplorables —dijo sonriendo; su raro buenhumor había vuelto—. Así no podremos visitar hoy la Cruz de Hierro. Debehaber turistas por allí y podrían asustarse.No le presté atención. Me levanté, me sacudí el polvo y vi que podíaandar. Petrus sugirió que hiciese un poco de Soplo de RAM y cargó mimochila. Hice el Soplo de RAM y nuevamente entré en armonía con elmundo. Dentro de media hora estaría llegando a la Cruz de Hierro.Y algún día Foncebadón renacería de sus ruinas. Legión dejó muchoPoder allí.
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En este apasionante relato, Paulo C
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CUANDO comenzamos la peregrinación
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pensando que fui engañado, que la
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un agua mineral, un sol agradable y
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devorada por la tierra: el hierro d
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fecha, en algún punto de un camino
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meses decidir dejarlo todo y hacer
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sagrada, les fue dado el nombre de
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Saint-Jean-Pied-de-PortUN desfile c
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—No vas a necesitar esto —dijo,
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guardé en la mochila. Las colgader
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—Sí, era el demonio —y cuando
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volverse dolorosa, insoportable. Cu
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español y, debido a esto, un monum
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pasamos por determinados lugares cu
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—No hagas de este ejercicio una t
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pasado que no volvería más, como
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—Se acabó —dijo—. Puedes irt
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Petrus había encendido su horrible
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El campesino pidió que lo disculp
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realidad de la vida. Matamos nuestr
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mundo, las iglesias son iglesias y
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por alguien que nos dejó, por algu
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La cena fue servida: sopa de verdur
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—Señor, usted no necesita esta p
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valientemente.Entonces recordé que
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XX y conceptos como infierno, pecad
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El dueño del bar vaciló un instan
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A regañadientes, la mujer abrió l
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menor atención al forcejeo de los
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respondí que recordaba todo, menos
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Ya había oído hablar sobre los Ca
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charco. No era cualquier imagen o f
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Allí, decenas de empleados, sudoro
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cantidad de personas que crean en l
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vasos más de vino y tomé un plato
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Una muchacha frente a nosotros nos
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El Entusiasmo«AUNQUE yo hable la l
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jamás conseguiría terminar el cam
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