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1. El peregrino de Compostela

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Escogí la cruz de una iglesia que divisaba a lo lejos.

—Mantén tus ojos fijos en ese punto y procura concentrarte sólo en lo

que voy a decirte. Aunque sientas cualquier otra cosa distinta, no te

distraigas. Haz lo que digo.

Permanecí de pie, relajado, con los ojos fijos en la torre, mientras Petrus

se colocaba tras de mí y presionaba la base de mi nuca con un dedo.

—El camino que estás haciendo es el camino del Poder, y sólo se te

enseñarán los ejercicios de Poder. El viaje, que antes era una tortura porque

tú sólo querías llegar, ahora comienza a transformarse en placer, el placer de

la búsqueda y la aventura. Con esto estás alimentando algo muy importante:

tus sueños.

»El hombre no puede nunca dejar de soñar. El sueño es el alimento del

alma, como la comida es el alimento del cuerpo. Muchas veces, en nuestra

existencia, vemos rotos nuestros sueños y frustrados nuestros deseos, pero

es preciso continuar soñando, si no nuestra alma muere y Ágape no penetra

en ella. Ya se derramó mucha sangre en el campo que está frente a tus ojos,

y allí se entablaron algunas de las más crueles batallas de la Reconquista.

Quién tenía la razón o la verdad es algo que no tiene importancia: lo

importante es saber que ambos bandos estaban librando el Buen Combate.

»El Buen Combate es aquel que se emprende porque nuestro corazón lo

pide. En las épocas heroínas, en tiempos de la caballería andante, esto era

fácil, pues había mucha tierra; bastante por hacer. Sin embargo en la

actualidad el mundo ha cambiado mucho y el Buen Combate fue trasladado

de los campos de batalla a nuestro interior.

»El Buen Combate es el que libramos en nombre de nuestros sueños.

Cuando estallan en nosotros con todo su vigor —durante la juventud—

tenemos mucho valor, pero aún no hemos aprendido a luchar. Después de

mucho esforzarnos, terminamos aprendiendo a luchar y entonces ya no

tenemos el mismo valor para combatir. Por eso nos volvemos contra

nosotros y nos combatimos a nosotros mismos, y nos transformamos en

nuestro peor enemigo. Decimos que nuestros sueños eran infantiles,

difíciles de realizar o, simplemente, fruto de nuestro desconocimiento de la

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