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1. El peregrino de Compostela

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—Sí, era el demonio —y cuando lo confirmó, sentí una mezcla de terror

y de alivio—. Pero no es el demonio que conociste en la Tradición.

En la Tradición, el demonio es un espíritu que no es bueno ni malo; se

le considera guardián de la mayor parte de los secretos accesibles al hombre

y poseedor de fuerza y poder sobre las cosas materiales. Por ser el ángel

caído, se identifica con la raza humana y está siempre dispuesto a celebrar

pactos y a intercambiar favores. Pregunté cuál era la diferencia entre el

gitano y los demonios de la Tradición.

—Vamos a encontramos otros por el camino. Los descubrirás por ti

mismo, pero, para tener una idea, procura acordarte de toda la conversación

con el gitano.

Recordé las dos únicas frases que había intercambiado con él. Dijo que

estaba esperándome y afirmó que buscaría la espada para mí.

Entonces, Petrus dijo que eran dos frases que perfectamente podrían

salir de la boca de un ladrón sorprendido en pleno robo de una mochila:

para ganar tiempo y conseguir favores, mientras rápidamente traza una ruta

de fuga. Al mismo tiempo, las dos frases podían tener un sentido más

profundo; es decir, que las palabras significaran exactamente lo que

pretendía decir.

—¿Cuál de las dos es correcta?

—Ambas son correctas. Aquel pobre ladrón, mientras se defendía, captó

en el aire las palabras que era necesario decirte. Creyó estar siendo

inteligente y no era más que instrumento de una fuerza superior. Si hubiese

corrido cuando llegué, esta conversación sería innecesaria. Pero me encaró

y leí en sus ojos el nombre de un demonio que te encontrarás en el camino.

Según Petrus, el encuentro había sido un presagio favorable, pues el

demonio se había revelado demasiado pronto.

—No te preocupes por él ahora porque, como dije antes, no será el

único. Tal vez sea el más importante, pero no el único.

Continuamos andando. La vegetación, antes un poco desértica, cambió,

y podían verse arbolitos esparcidos por doquier. Incluso, tal vez fuese mejor

seguir el consejo de Petrus y dejar que las cosas sucedieran por sí mismas.

De vez en cuando él hacía algún comentario respecto de uno u otro hecho

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