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XII, algún papa dijo que quien no tuviese fuerzas para seguir adelante,
bastaba atravesar el Portal del Perdón para recibir las mismas indulgencias
de los peregrinos que llegaban al final del Camino.
Con un pase de magia, el papa había resuelto el problema de las
montañas y estimulado las peregrinaciones.
Subimos por el mismo lugar por el que había pasado antes: caminos
sinuosos, resbaladizos y escarpados. La niña iba al frente, disparada como
un rayo, y muchas veces tuve que pedirle que fuera más despacio. Obedecía
por un cierto tiempo y luego perdía el sentido de la velocidad y comenzaba
a correr de nuevo. Media hora, después de muchas reclamaciones, llegamos
finalmente al Portal del Perdón.
—Tengo la llave de la iglesia —dijo—. Voy a entrar y a abrir el Portal,
para que usted lo atraviese.
La niña entró por la puerta principal y me quedé esperando afuera. Era
una capilla pequeña cuyo portal era una abertura orientada al norte. Su
umbral estaba totalmente decorado con veneras y escenas de la vida de
Santiago. Cuando comenzaba a oír el ruido de la llave en la cerradura, un
inmenso pastor alemán —surgido de no sé dónde— se acercó y se interpuso
entre el Portal y yo.
Mi cuerpo se preparó inmediatamente para la pelea. Una vez más —
pensé para mis adentros—. Parece que esta historia no va a acabar nunca.
Siempre pruebas, luchas y humillaciones, y ninguna pista de la espada.
Sin embargo, en ese momento el Portal del Perdón se abrió y la niña
apareció. Al ver al perro mirándome —yo ya tenía los ojos fijos en los
suyos—, dijo algunas palabras cariñosas y el animal enseguida se amansó.
Moviendo la cola, se dirigió al fondo de la iglesia.
Era posible que Petrus tuviera razón. Me encantaba fantasear con las
cosas. Un simple pastor alemán se había transformado en algo amenazador
y sobrenatural. Era una mala señal, señal del cansancio que lleva a la
derrota.
Pero aún quedaba una esperanza. La niña me hizo una seña de que
entrara. Con el corazón lleno de expectativas, crucé el Portal del Perdón y
recibí las mismas indulgencias que los peregrinos a Santiago.