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pasamos por determinados lugares cuatro o cinco veces seguidas, en
diferentes ángulos.
Mientras Petrus decía esto, comencé a darme cuenta de que el Monte
Itchasheguy —el más alto de la región— a veces estaba a mí derecha, a
veces a mi izquierda. Aun cuando reparé en ello, de momento no llegué a la
única conclusión posible: habíamos pasado y vuelto a pasar muchas veces.
—Lo único que hice fue usar rutas diferentes, aprovechando los
senderos abiertos en la maleza por contrabandistas, pero aun así era tu
obligación notarlo.
»Eso te pasó porque tu acto de caminar no existía, sólo tu deseo de
llegar.
—¿Y si me hubiera dado cuenta?
—De todas formas nos habríamos tardado los mismos siete días, porque
así determinan las Prácticas de RAM; pero al menos habrías aprovechado
los Pirineos de otra forma.
Estaba tan sorprendido que me olvidé un poco del frío y del pueblecito.
—Cuando se viaja en dirección a un objetivo —dijo Petrus—, es muy
importante prestar atención al Camino. El Camino es el que nos enseña la
mejor manera de llegar, y nos enriquece, mientras lo atravesamos.
Comparando esto con una relación sexual, diría que son las caricias
preliminares que determinan la intensidad del orgasmo. Cualquiera sabe de
esto.
»Y así sucede cuando se tiene un objetivo en la vida. Puede ser mejor o
peor, dependiendo del camino elegido para lograrlo y de la manera como lo
atravesamos. Por eso es tan importante la Segunda Práctica de RAM:
extraer, de lo que estamos acostumbrados a mirar todos los días, los
secretos que no logramos ver debido a la rutina.
Y Petrus me enseñó «El Ejercicio de la Velocidad».
El Ejercicio de la Velocidad