Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
»De la misma forma, un discípulo nunca puede imitar los pasos de su
guía, porque cada uno tiene una manera de ver su vida, de convivir con las
dificultades y con las conquistas. Enseñar es mostrar qué es posible.
Aprender es volverse posible a sí mismo.
Y no dijo más. Entró bajo el velo de la cascada y comenzó a subir.
Apenas veía su bulto, como se ve alguien a través de un vidrio opaco, pero
me di cuenta de que estaba subiendo. Lenta e inexorablemente, avanzaba
con dirección a lo alto. Mientras más se acercaba al final, más miedo tenía
porque me llegaría el momento de hacer lo mismo. Finalmente, el instante
más terrible llegó: emerger a través del agua que caía, sin saltar a la orilla.
La fuerza del agua podría arrojarlo de regreso al suelo, pero la cabeza de
Petrus asomó allá arriba y el agua que caía se convirtió en un manto
plateado. La visión duró muy poco, porque en un movimiento rápido
impulsó todo su cuerpo hacia arriba, agarrándose de alguna manera al
borde, pero aún dentro del curso del agua. Por unos instantes lo perdí de
vista: finalmente Petrus apareció en una de las orillas, su cuerpo estaba
mojado, lleno de luz y sonriente.
—¡Vamos! —gritó haciendo señas con las manos—. Ahora te toca.
Ahora me tocaba o tendría que renunciar para siempre a mi espada.
Me quité toda la ropa y le recé de nuevo a la virgen del Camino.
Después, sumergí la cabeza en el agua. Estaba helada y mi cuerpo quedó
rígido por la impresión, pero luego experimenté una sensación agradable: la
de estar vivo. Sin pensar mucho, caminé hacia la cascada.
La sensación del agua sobre mi cabeza me devolvió el absurdo «sentido
de la realidad» que mengua al hombre en el momento en que más necesita
su fe y su fuerza. Me di cuenta de que la cascada era mucho más fuerte de
lo que había pensado y que si el agua cayera directo sobre mi pecho podría
derribarme, aun con ambos pies apoyados en la seguridad del fondo del
lago. Atravesé la cortina y quedé entre la piedra y el agua, en un pequeño
espacio en que cabía sólo mi cuerpo pegado a la roca. Y allí vi que la tarea
era más fácil de lo que pensaba:
El agua no golpeaba ese lugar y, lo que por fuera me parecía una
enorme pared pulida, en realidad era una piedra llena de huecos. Sentí un